Conducía mi automóvil en las primeras horas de la mañana a la altura del pozo “Figaredo”,cuando nos encontramos con un “trailer” que circulaba en sentido contrario. Al parecer, transportaba algún tipo de mercancía elaborada en Turón cuyo destino era alguna ciudad de la meseta y me sorprendió el ver que se desplazaba por una calzada –la de salida del Valle-que ocupaba el cauce de la antigua línea del ferrocarril minero de “Vía Normal” La Cuadriella-Ricastro. Curiosamente, había desaparecido la escombrera de “La Escribana” y en la zona situada entre Cortina y Cabojal se hallaban asentadas algunas naves. Eran las once de la mañana y varios operarios se dirigían a uno de los bares de este último barrio “ a reponer fuerzas”.¡Cuántas veces habíamos sugerido aquello de la doble calzada en la prensa! La verdad es que nos sentíamos entusiasmados porque las instituciones pertinentes lo hubieran llevado a cabo. Al llegar a Santa Marina el tráfico estaba interrumpido a causa de la avería de un enorme camión que cargado de materiales de construcción se dirigía, al parecer, hasta Urbiés y en la parada del autobús unos vecinos disertaban sobre la entrada en servicio en el edificio de segunda enseñanza de una rama de Formación Profesional destinada a soldadores y electricistas. Desde ahora, no habría necesidad de ir muy lejos a buscar expertos en estas especialidades. Además, aquel instituto, se seguía obteniendo la titulación de “Técnico de Documentación Sanitaria” y todos los diplomados se iban colocando a lo largo y ancho de la región en los diversos hospitales de la misma. Lejos quedaba el día en que el “Conseyeru d´Educación”, a una delegación de Turón que denunciaba ante los medios audiovisuales el hecho de que este diploma fuera papel mojado al no ser reconocido en ningún centro sanitario de la autonomía, le advertía que no incordiara demasiado no fuera a ocurrir que desapareciera esa disciplina de Turón. Lo cierto es que, cuando oímos esto en la radio de boca de una de las chicas afectadas por este problema, dudamos del talante democrático de tal señor. Me recordaba el mal hacer de otras personas anteriores en otra situación politica diferente que coincidió con nuestra infancia y juventud. Pero, en fin, yo ahora estábamos exultantes ante tales resoluciones provenientes del gobierno territorial y que volvían a situar a Turón como pionero en algunos aspectos igual que en tiempos pasados. Nuestro enfado anterior, no tenía ninguna motivación personal. Ni política.¡Dios nos libre! Era un cabreo contra nadie en particular y contra todos en general (léanse organismos oficiales). A decir verdad, no gritábamos contra nadie, sino a favor de Turón, que es la tierra madre ¿no es suficiente argumento?.Pero a lo que íbamos: cruzamos La Cuadriella y allí también percibimos alguna transformación ,pues a través de una glorieta se accedía a la Cuestaniana y la doble calzada seguía hasta el puente de La Banciella que había experimentado una anchura considerable. Al entrar en la recta que conduce al pozo “San José” sentímos una sensación extraña por inusual: el castillete se mostraba a mis ojos altivo y arrogante o, al menos, eso a mí me parecía. Estaba recubierto de una capa de pintura de coloración plateada y en sus aristas se reflejaban los primeros rayos de aquel sol matutino, cuyos destellos contribuían a darle un aspecto soberbio e imponente. De los edificios colindantes salían y entraban gentes sin cesar. Se palpaba vida y movimiento en el entorno. No diremos que lloramos de alegría, sería dramatizar, pero creemos que alguna lágrima intentó aflorar a nuestros ojos. ¡Por fin han tenido en cuenta a nuestra tierra!.No eran tan desagradecidos-pensábamos. Dejando el automóvil en uno de los aparcamientos próximos preguntamos a algunos vecinos que pasaban por allí, acerca de las obras realizadas últimamente. Uno de los edificios, de impresionante porte clásico, albergaba el mejor salón de actos de la comarca, apto para la realización de todo tipo de actividades culturales; también allí estaban ubicadas las oficinas municipales en las que un par de funcionarios atendían las necesidades más urgentes, amén de otros tantos policías urbanos que día y noche velaban por el orden, la inspección y la regulación del tráfico en el Valle. A este respecto recordábamos con satisfacción como se había resuelto un problema que se mostraba insoluble desde hacía tiempo y eso a pesar de que un año atrás en el Palacio Comunal, aprovechando la ausencia de un representante gubernamental, las fuerzas opositoras habían logrado aprobar para Turón un servicio permanente en cuanto a vigilancia y seguridad se refiere. Pero durante muchos meses, el equipo en el poder, alegando la falta de partida presupuestaria, ignoraba el resultado de aquella votación, saltándose a la torera la resolución descrita. Pero,en fin, ahora estaba solucionado y había que felicitarse por ello, pasando a disponer el Valle de la presencia permanente de varios uniformados. Era algo que había que aplaudir, a pesar de la tardanza y del empecinamiento de aquellos gobernantes vecinales, de querer llevarlo todo, en primero y último lugar para la capital jurisdiccional. Más vale tarde que nunca –pasó por nuestra imaginación. Otro tanto pensaría la mayor parte de la población, pues se trataba de una petición largamente demandada para poner freno, por ejemplo, a ciertos mozalbetes, que al tener un vehículo en sus manos, usaban la carretera a ciertas horas del día como si del circuito de Le Mans se tratara, atemorizando con su actitud a más de un pacífico viandante.
En otra parte del edificio se hallaba una estancia en cuya entrada se podía ver un rótulo con letras mayúsculas, claramente diferenciadas, con un trazo grueso y negro que rezaba así:”Junta de Distrito”.¿En cuántas ocasiones había sido prometida por el pretendiente de turno al sillón de gobierno cuando la época de los comicios se aproximaba?…!Ah, la Junta de Distrito, la deseada y la nunca conseguida¡ Pues hasta el momento presente fueron otras tantas las veces que se habían olvidado de concederla a Turón, cuando el tal aspirante alcanzaba el señalado pedestal en la capital del territorio. Pero, hete aquí, que casi sin avisar, con resolución, como deben de hacerse las cosas buenas, se habían puesto manos a la masa y en aquel magnífico edificio del pozo ”San José”, habían dejado un hueco para dicho órgano de descentralización administrativa. Además, al lado de aquella formidable construcción que en su día levantó Hulleras de Turón, había un novedoso ambulatorio completando un conjunto lleno de animación que nació cuando algunos años atrás se inauguró el llamado Centro de Mayores. Observamos que el acceso al moderno dispensario es amplísimo y carece de barreras arquitectónicas. En aquel momento salía una joven que conocemos desde siempre, la cual lleva en una silla de ruedas a una mujer de unos 70 años convaleciente de una fractura de fémur. Se trata de su madre y nos interesamos por su salud. Esta se encuentra muy animada pues le ha comunicado la doctora que pronto podrá caminar por sus propios medios. Pero, además ,se la ve orgullosa de las nuevas instalaciones asistenciales, espaciosas tanto en sus dependencias internas como en el aparcamiento exterior contiguo al edificio.! Ya era hora¡-exclama la veterana vecina-porque el botiquín de La Cuadriella era un cuchitril y nosotros los turoneses merecíamos más. Al despedirnos, nos pregunta sonriente cuando escribimos el próximo libro sobre Turón pero después de haber publicado recientemente el quinto le confirmamos que nuestra fuente de inspiración ya está a punto de agotarse.
Nos embargaba una emoción sin límites. Sentíamos un extraño cosquilleo en el estómago que sólo nos había ocurrido tres o cuatro veces, allá en los lejanos años de la adolescencia. Es que hay que confesarlo y no nos duelen prendas, somos algo sentimentales y la tierra nos tira mucho. Como a cualquier turonés que se precie. Y somos legión por aquello de la diáspora, no sólamente en Turón sino también en Mieres del Camino, Oviedo, Gijón…Todas estas percepciones que recibíamos estaban obrando en nuestro interior un cambio de criterio respecto del Palacio Comunal, de la Administración territorial y de la lejana de la Corte. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Antes nos “ caían” mal por el abandono y la desconsideración hacia una tierra injustamente tratada; en este momento, por el contrario, bien, maravillosamente bien porque se respiraba un cambio positivo del que eran sus verdaderos inductores y eso palpaba en el ambiente.
De nuevo con nuestros pensamientos, no podemos ocultar el jubilo experimentado internamente: el Centro de Salud tantas veces prometido por los delegados locales del pueblo, llegó a ser una realidad finalmente. En principio cuesta trabajo creerlo porque nuestro subconsciente, está muy acostumbrado a la desazón, a la desilusión, que le han causado año tras de año, los que dicen ser portavoces populares. Pero hay que acostumbrarse a modificar nuestra opinión negativa sobre ellos: estamos viendo con nuestros propios ojos este edificio donde se vela por la salud de los habitantes del Valle y que tardará mucho tiempo en quedar anticuado.Si nos dejáramos llevar por el impulso bajaríamos a la villa capitalina y allí ,en la plaza ante el Palacio Comunal. desplegaríamos una pancarta con letras enormes que dijeran algo así: ”A los encargados del bienestar público.!Sois formidables¡ Perdón por nuestros artículos reprobatorios pasados. Perdón por no haber confiado en vosotros.”
Reflexionando de tal guisa nos dirigíamos al vehículo y observamos como un hombre de mediana edad me hace señas moviendo ostensiblemente los brazos a la entrada del Centro de Mayores. Es Rutilio, un viejo amigo que, entre otras novedades, me puso al corriente de la obra que se había realizado en el patio del otrora colegio “La Salle”. Al manifestarle nuestro deseo de inspeccionarla de forma inmediata, no dudó en acompañarnos, pues como antiguo alumno que había sido de aquel establecimiento docente, sentía como en su propia carne el abandono y consiguiente deterioro que había sufrido el edificio desde que cesaron las actividades académicas. Pero, aunque no se le había dado un destino adecuado, existía un proyecto de rehabilitación del inmueble y, a su vez, el campo de deportes ubicado en su parte posterior, se había sometido a una completa transformación, ya que en su lugar se levantó un magnífico polideportivo totalmente cubierto, dotado de un adecuado pavimento de parquet en el que podían disputarse diversas modalidades deportivas,y de un amplio graderío en derredor. Al llegar al recinto me pareció percibir algunas voces portuguesas que me causaron cierta extrañeza en un principio,pero pronto Rutilio me puso al corriente de las novedades :se trataba de cierto jugador brasileño que formaba parte del equipo “Acesol-Tucán”, de futbol-sala, que en aquel preciso momento realizaba ejercicios de entrenamiento.¿Pero esta formación no se la habían llevado para Mieres del Camino?-preguntamos. Todo el mundo recuerda que hace unos años antes, cuando ascendió a la División de Plata, por no disponer Turón de una pista reglamentaria se marchó para el polideportivo de Oñón, sin que las autoridades del ramo hicieran nada por evitarlo. Aquella noticia, lo tenemos grabada en la memoria y nos produjo rabia. Pensábamos aquello de que “a perro flaco todo son pulgas” y no sin razón. Pero esto era agua pasada. Ahora con estas nuevas instalaciones perfectamente ejecutadas, todo olvidado. En este momento no tenemos más que aplausos para nuestros administradores, porque al tener un equipo en esa categoría llegan delegaciones deportivas de media España a Turón y eso es bueno para nuestra hostelería.
También se habían concluido las obras del hospitalillo de La Felguera que albergaba un centro diurno para discapacitados, después de varios años de promesas y engaños, paralizadas las obras siempre por la disipación de los presupuestos. El dichoso dinero, los millones, las inversiones que a Turón durante tantos años se le habían escamoteado. Sin embargo, ya estaba en funcionamiento, lo que permitía la asistencia de unas tres docenas de personas impedidas y ,curiosamente, contra la opinión de algunas voces de que por ser atención de día únicamente no se iba a llenar, su ocupación era total generando seis puestos de trabajo de diferentes categorías que, además, habían fijado su residencia en distintos puntos del Valle.
Siempre que vamos a Turón, y es con mucha mayor frecuencia de lo que alguno piensa, aterrizamos en la casa paterna de La Felguera, donde hemos pasado más de media vida, pero ahora, ante tanta primicia, volviendo sobre nuestros pasos hasta el pozo “San José” donde teníamos aparcado el vehículo y desde la rotonda que allí había , decidimos continuar hasta La Rebaldana, por la nueva carretera de circunvalación, al parecer inaugurada hacía escasas fechas.¡Esto sí que resultaba ser una calzada de sentido único!.Era más ancha que la antigua vía carbonera de HUNOSA y se hallaba recién pintada y debidamente señalizada. Al llegar a la altura de “la Ribaya” la carretera estaba expedita; no había ni asomo de obstáculos. Y decimos esto porque en los últimos años, con las últimas lluvias invernales siempre se producía un “argayu” que permanecía allí ocupando la mitad de la calzada y obstruyendo la circulación varias semanas antes de ser retirado por los servicios comunales.” La Ribaya” nos retrotraía a nuestros primeros años. Es una enorme pared de unos veinte metros que hace algunas décadas limitaba la trinchera de la “Vía Estrecha” con “el campo Santiago” en Villapendi. ¡Cuantas veces la habremos escalado antes de cumplir los doce años!….Pero, luego, han sido más las ocasiones que, viéndola enfrente de nuestra casa, parecía imposible que hubiésemos subido alguna vez por aquel terraplén. Allí, levantando la mirada por encima de La Ribaya, nos encontrábamos siempre con el monte de Cutiellos y, más hacia el este , los del Cutrifera y “Cuitu Urgosa”.

Cutrifera es una cumbre por la que sentimos un afecto especial pues podemos decir que a sus pies nacimos, ya que con toda seguridad la primera vez que nos asomamos a una de las ventanas posteriores de la casa natal, lo que, principalmente, llamó nuestra atención fueron aquellas afiladas cumbres del cordal de Longalendo. Pero no queremos perdernos en disquisiciones. Retomando de nuevo la carretera por la que seguíamos ascendiendo, hay que destacar que daba gusto la conducción por todo lo que estábamos descubriendo en aquella mañana de primavera, y un poco más allá sufrimos un nuevo sobresalto pues aparece un indicador que señala:: : “Polígono de La Bárzana”. Tuvimos que restregarnos los ojos al tiempo que comprobábamos que la calzada seguía por la zona central dividiendo al antiguo campo de futbol en dos rectángulos iguales.Se había embovedado el río en un trecho de unos 150 metros, se había rebajado la escombrera del Fabar abriendo una nueva comunicación vial a la carretera del Valle, entre la casa de “María la sobreguía” y la de “Enrique el ferreteru”, liberando dos hectáreas de suelo industrial que ahora estaban ocupadas por diversas naves, levantadas en el lugar en que antes se situaban los graderíos laterales del estadio. Nos detuvimos a tomar un refrigerio en la cafetería que daba servicio al personal del recinto. Al entrar en el establecimiento pudimos ver como algunos operarios e informáticos cambiaban impresiones al lado de la barra sobre los temas más dispares: deportes, proyectos de viajes ante las próximas vacaciones de Semana Santa….
No nos atrevimos a plantear el tema sobre una duda que aterrizó en nuestra mente en aquel momento. No queríamos herir la susceptibilidad de aquellas gentes pero nos picaba la curiosidad por saber si la creación del polígono ocasionó traumas en algún sector de la población. Habíamos permanecido una larga temporada fuera de Asturias por motivos profesionales y desconocíamos el grado de oposición ante la desaparición del campo de futbol y no considerábamos prudente tomar ningún tipo de postura ante un tema que nos parecía sumamente escabroso. Cuando el local se fue quedando vacío, pues los clientes se iban reincorporando paulatinamente a sus puestos de trabajo, fuimos entrando al “barman” con cierta cautela y este nos indicó que el gobierno territorial había realizado una inteligente campaña teñida de pragmatismo, que había convencido mayoritariamente a la ciudadanía. En un principio, el proyecto había causado un cierto rechazo entre aquellos que apelaban a la historia, y también entre los más comprometidos con el futuro del Club Deportivo de Turón, justificando su postura en que aquel lugar había sido el de nacimiento de nuestro equipo de futbol más representativo; sin embargo, dada la crisis que atravesaba el equipo, tanto deportiva como económicamente, unido al compromiso de ofrecer a la Directiva un moderno y coqueto estadio en términos de Tablao ,dotándole de una tribuna en su cara norte donde pudieran resguardarse del frío los aficionados en las jornadas invernales, todo ello disipó las dudas de los más escépticos. Según contaba nuestro contertulio aquello se cumplió a rajatabla.”Y se ha inaugurado una instalación deportiva que no será necesario retocar en 50 años”-apuntilló.”Eso se llama hacer las cosas bien, pero la verdad que ya era hora”,pensábamos ,todavía con un cierto aire de reproche por los largos años de abandono en que habían sumido al Valle, por el largo túnel en el que le habían metido y del que casi habíamos perdido la esperanza de que pudiera salir algún día.
El camarero, persona agradable donde las haya, zamorano por más señas, y que había recalado en Turón al contraer matrimonio con una nativa, no estaba dispuesto a cerrar la conversación pues su carácter entreabierto y comunicativo se lo impedía. Apurábamos el último trago y creyendo aquel que nos iríamos a continuación con lo que se quedaría sin interlocutores, prosiguió su discurso mientras terminaba de secar unos vasos que tenía sobre el mostrador:”Que les digan a estos hombres y mujeres que hoy tienen empleo en estas pequeñas industrias aquí establecidas y una vivienda en el Valle, que se vayan para casa con la carta de despido debajo del brazo porque van a traer de nuevo el campo de fútbol. ¡Que se lo digan y aquí arde Troya”.
Nos desprendimos de aquel hombre, todo amabilidad a duras penas y salimos al exterior respirando profundamente. Miramos a lo alto y nos sentimos aliviados en aquella mañana de marzo, que con un viento de componente suroeste, estaba eliminando las últimas nieves que aun quedaban en las crestas de ”Polio”,”Cuitu Urgosa” y “Picu Mediudia”.
El monte Polio, talmente situado, parece coronar a todos los pueblos de la solana.
Al llegar a La Rebaldana, la carretera se incorporaba a una calzada de doble sentido de circulación que continuaba hasta Urbiés después de sobrepasar una glorieta. Las instalaciones del antiguo centro hullero, el mas importante del Valle durante muchos decenios, estaba completamente rehabilitado así como su entorno. Observando detenidamente el castillete y los edificios adyacentes, pudimos distinguir una serie de proyectores estratégicamente situados que debían de proporcionar una magnífica iluminación nocturna a todo el conjunto. Habían sabido valorar la importancia de aquel santuario carbonero en el que tantas víctimas se habían inmolado a lo largo de sus 70 años de existencia.

El resto de la jornada, decidimos pasarla en la parte alta del Valle donde tenemos algunos amigos. En Urbiés se encuentra la mejor gastronomía de la zona si hacemos caso a los turoneses que viven en Oviedo o Gijón y vienen,al menos una vez al año, a darse una vuelta por La Colladiella y su entorno. Dejando Santandrés atrás y no damos crédito a lo que ven nuestros ojos a través del parabrisas, pues vamos sobre una calzada totalmente remodelada. Pasados Los Podrizos, como unos setenta metros más arriba nos cruzamos con una camioneta, lo que no tendría la menor importancia si no fuese por el lugar en que esto sucede. Nos apercibimos de ello unos segundos más tarde: fue precisamente en el Puente Villandio al coincidir con el otro vehículo sin tener que cederle el paso como se había hecho siempre a causa del estrechamiento de la carretera en aquel punto.¿Qué había ocurrido?.Es muy fácil de explicar: se le había dado a la calzada una anchura de siete metros, con un paso lateral de metro y medio para los viandantes. Pero ¿dónde están las sinuosidades de La Vera ‘l Camín, del Cantu ´l Forno y de La Vegona? Sencillamente no existen porque han desaparecido.¡Menuda carretera que han proyectado desde La Rebaldana hasta Urbiés!. Para hacernos una idea, recuerda un poco a la de Mieres-Oviedo que sigue la ruta de Loredo y Argame. De ahora en adelante, aquellos turoneses del exterior, a los que aludíamos antes, visitarán con más frecuencia el Valle, pues el llegar a Urbiés desde Oviedo será cosa de 20 minutos y desde Gijón poco más de media hora utilizando, claro está ,la Autovía Minera. Pero refiriéndonos al arte culinario, para no perder el hilo, discrepamos cariñosamente de éstos, porque también se satisface la gula adecuadamente en La Veguina donde en la actualidad hay tan excelentes comedores como buena cocina. Inmerso en estos pensamientos llegaba a La Campa les Treches pero no nos había pasado desapercibida la residencia para la tercera edad que se había levantado en el antiguo “prau la Vegona” previa eliminación de la montaña de estériles que lo cubría. Nos recordaba la de Canuto Hevia en Pola de Lena en cuanto al edificio y a sus amplios ventanales; sin embargo, el parque que la circundaba era bastante más extenso, lo que permitía a los internos,al parecer, realizar a su través pequeñas excursiones.
En Urbiés , después de los postres, nos aseguraron que aún nos quedaban cosas poe ver, al estar ausente del Valle algunos meses como les había contado. Nos animaron a visitar a la vuelta el complejo hotelero y recreativo que, hacía escasas semanas, se había inaugurado en las estribaciones del monte Polio. Sonreímos como aquel que se encuentra satisfecho, como aquel que ya no pide más porque está totalmente colmado .Al ascender por aquella enorme carretera ,que durante bastantes años había sido una importante vía industrial por la que salió todo el carbón del grupo” San Víctor” ,explotado a cielo abierto, veíamos el astro rey situado encima de La Braña. El viento soplaba ahora con escasa fuerza procedente del norte y algunas nubes comenzaban a aparecer en el horizonte. El ambiente era ligeramente fresco pero la tarde resultaba ser magnífica por su luminosidad. Se auguraba una inestabilidad del tiempo para los próximos días. Eran los llamados “torbones “de marzo, según contaba siempre nuestra madre por esta época. La calzada de anchura casi impensable, pues tenía un amplio arcén a ambos lados , ofrecía escenarios majestuosos después de haber sobrepasado La Cabana. Es recomendable hacer esta ruta a pie desde La Rebaldana pues la compensación que se obtiene por cada visual que lanzamos a cada momento, suple el esfuerzo que puede causarnos aquella subida. Nuestra intención era llegar al lugar de emplazamiento de las antiguas naves de almacenamiento de maquinaria, pero algo más abajo, se había habilitado una enorme explanada de dos hectáreas aproximadamente en la que la Administración territorial había levantado un edificio de dos plantas que recordaba al que el Centro Asturiano utiliza como domicilio social en la falda del Naranco (Oviedo), aunque, eso si ,bastante mas pequeño.
Muy cerca de Polio, disfrutamos de esta espléndida panorámica de las Ubiñas.
No nos equivocamos si decimos que es la mitad de su tamaño. Disponía este inmueble de restaurante, hotel , piscina y un amplio aparcamiento para vehículos de todo tipo, estando dotado en sus inmediaciones de un extraordinario campo de golf. Las vista desde allí son espectaculares, igual en verano que en otoño y otro tanto en invierno. Y no digamos en primavera, la que yo estaba disfrutando en ese momento, cuando el Aramo y el macizo de las Ubiñas ostentan su mejor ornato con sus crestas nevadas mostrando toda su realeza cual si de cetros de plata se tratara. ¡Impresionante¡. Nunca nos cansaremos de proclamar a los cuatro vientos, la maravilla que representan esos escenarios naturales que tan gratamente sorprenden siempre a nuestros ojos. Inspiramos con fuerza tratando de llevar hasta lo más íntimo de los pulmones el aire limpio y fresco que inundaba el ambiente. Volvimos a sonreir. ¡Y nos han hecho caso!-pensábamos- ¡Y nos han hecho caso!.No nos cansábamos de repetirlo en nuestro interior. Recordábamos ahora como después de tanto solicitarlo en los periódicos, algunas personas de confianza nos indicaban que la gente tiene satisfechas sus necesidades individuales y no quiere saber nada de compromisos sociales por lo que eran causas perdidas, tesis con la que nosotros no estábamos de acuerdo, pues en Turón se había demostrado en más de una ocasión el cariño que se tiene por la tierra natal. Nos soltaban también que los ediles nombrados por Turón jamás hablaban del Valle para pedir una mejora o hacer una reivindicación seria y que unas pocas cartas enviadas a los medios de comunicación no servirían para nada, señalándonos que el más que probable destino de aquellos escritos preñados de exigencias era el basurero municipal. La verdad es que tenían tanto donde emplear el dinero que les llegaba a través de los Fondos Mineros o por la vía ordinaria de los presupuestos anuales: el Campus de Barredo, la urbanización de la Mayacina, la Y de Bimenes, el desdoblamiento del corredor del Nalón, la creación de una nueva Casa Consistorial en Mieres del Camino, el Museo del Movimiento Obrero, el Hospital de parapléjicos de Langreo, las rehabilitaciones de enclaves mineros como Lieres o el valle de Samuño, el Museo de la Prehistoria de Teverga, el tren-tran … Pero no. Estábamos equivocados. A fuerza de reiteración en la prensa, había surtido efecto. Porque siempre hemos querido el progreso de Turón ¡Como todos los turoneses lo quieren. Lo decíamos totalmente convencidos porque estábamos seguros de estar en lo cierto¡ Y nos han hecho caso!-repetíamos como posesos. A decir verdad no estábamos contentos porque hubieran coincidido con nosotros en la realización de aquellos proyectos, sino mas bien porque se había hecho justicia con una tierra olvidada y maltratada. Tal era el júbilo que sentíamos que haciendo uso del teléfono móvil, llamamos a nuestra mujer comunicándole un deseo inmediato. Era un pequeño capricho. Tenemos que confesar que son muy pocos los caprichos que nos hemos dado en la vida pero este queríamos satisfacerlo y no era otro que el alojarse una noche en el hotel de Polio. A continuación, nos comunicamos con nuestra madre, pidiéndole nos dispensara por no ir a cenar con ella ese día como en principio teníamos proyectado. porque nos quedábamos arriba, junto al monte mítico del Valle. Estas dos mujeres, que son las mujeres de nuestra vida, nos conocen bien y saben de nuestras singularidades cuando de la tierra natal se trata y no vieron nada extraño en aquella decisión; al contrario, la apoyaron porque sabían que nos hacía feliz. Nos alojamos en una habitación cuyos balcones miraban al Mediodía. Después de una frugal cena, nos retiramos a descansar y en la mesita, que soportaba una lamparilla de noche, había una esquela que contenía la siguiente leyenda en letra de redondilla:”Bienvenidos al Parador del Pueblo. Le deseamos una estancia agradable en este valle encantado y desconocido. Los representantes populares le saludan “.Quedamos alucinados. Volvimos a restregarnos los párpados y a darnos palmadas en las mejillas. Era demasiado hermoso y además era verdad. Estábamos tan emocionados que ya sospechábamos la dificultad que iba a surgirnos para conciliar el sueño, si tenemos en cuenta que de forma habitual ya teníamos algunos problemas con el descanso nocturno. De todas formas deseábamos que llegase el nuevo día para despertar como nos gustaba decir “a la sombra del picu Polio”, anhelo que teníamos desde hacía mucho tiempo. En esta ocasión se iba a cumplir. Nos fuimos para la cama no sin antes haber activado la alarma del móvil sincronizándola con las primeras luces del alba del día siguiente. Imaginábamos ya la secuencia a seguir: envuelto en un albornoz saldríamos a la pequeña terraza a la que se accedía desde la habitación y conservaríamos aquella imagen, que ponía a Cutrifera al nivel de nuestros ojos, para toda la vida.:La misma panorámica que hemos visto tantas veces desde niño cuando recorríamos ,durante el verano, los caminos de Misiego desde “casa Antona la de Carreño” a los prados de “La Gotera”. Aquella percepción desde el excepcional mirador, en plena montaña, iba ahora, a reforzar la de los primeros años e iba a quedar grabada para siempre en el desván del cerebro. Pues nuestra memoria es conveniente atiborrarla, de vez en cuando, de buenos recuerdos, de sensaciones fascinantes, para neutralizar los malos momentos que también abundan, por desgracia, en nuestra existencia.
– ¡Riiiiiiinnnnng…………..¡
El despertador sonó con estrépito a la hora preestablecida .El sonido estridente nos causó hasta cierto fastidio en los primeros instantes. Enrollando la persiana que cerraba totalmente la ventana de la habitación vimos como una densa niebla ocultaba las cumbres de Cutrifera y Cutiellos. Pero no me cabía la menor duda que no tardaría mucho en difuminarse dando paso a un espléndido día como había anunciado el Instituto Nacional de Meteorología. Aquellas cimas ,sin embargo, no quedaban a la altura de nuestras pupilas sino mucho más elevadas.¡Que extraño¡ Nos sentimos un poco extraviados, como deslocalizados, mientras tratábamos de desperezarnos. Fueron sólo unos segundos, dos a lo sumo, pero no más, los precisos para hacernos cargo de la realidad: lo que sí teníamos enfrente era el “argayu” de” La Ribaya” que casi cubría la mitad de la calzada de la que conocemos como carretera de HUNOSA. En efecto, se trataba de aquel obstáculo que llevaba ya asi más de 15 días y nadie se había preocupado de retirarlo. Fatalmente, no nos encontrábamos en Polio sino en la casa paterna de La Felguera. Nos habíamos apercibido de ello casi al instante: era un fin de semana y nuestra idea en la víspera había sido el darnos un madrugón, aprovechando la bonanza del tiempo para recoger unos rastrojos, resultado de la poda realizada el mes anterior en un pequeño prado que posee nuestra madre en la parte posterior de la casa..
Todo lo relatado con anterioridad había sido un sueño, un espejismo, una ilusión y en Turón, lamentablemente, todo seguía igual siendo el abandono y las carencia el principio y el fin de nuestros males. El “argayu” de “La Ribaya”, junto a la casa de “ Carmina la merenga”, nos había sacado del equívoco en un abrir y cerrar de ojos.
¡Puñetera vida!
Lito Beyman
(Ver libro “El enigma de Turón” págs. 253-261)
Unos meses después de esta publicación, me encontré en la calle con un turonés que había sido alumno mío años atrás. Iba acompañado de su esposa, de origen madrileño, una mujer inteligente, culta e interesada por los problemas de Turón como pude comprobar. Ello me hizo saber que disponía del libro “El enigma de Turón” y al leer el anterior artículo, se mostró sorprendida y confundida a la vez, de tal forma que, conduciendo su automóvil, decidieron subir al monte Polio para comprobar si allí existía el tal hotel que se describe. Tenían los mismos deseos que cualquier turonista de ver un hotel con todo su equipamiento moderno a los pies de aquella montaña. Pero llevaron la misma decepción que yo cuando desperté de aquel sueño que parecía demasiado hermoso para ser verdad.