
Manuel Jesús López González nació en El Fabar, un barrio que, inexplicablemente, no consta en la actualidad, en el nomenclator del Ayuntamiento.
El Fabar, uno de los barrios emblemáticos del Valle, es aquel en el que se construyeron las piscinas, en los años ochenta del siglo XX, merced a la loable iniciativa de la asociación vecinal “Mejoras del Valle”. Confina al norte con la pradería situada por encima de las piscinas y Les Viesques, al sur con el río Turón, al este con El Lago y al oeste con La Felguera. Tiene como puntos periféricos de referencia, el campo de La Bárzana situado al otro lado del río y la iglesia parroquial de San Martín asentada en La Felguera, que es tanto como decir dos pasiones: el fútbol y la religión. Además, en los años anteriores a la Guerra Civil, en una pequeña explanada ubicada en el vértice formado por la carretera general y la que va al recinto deportivo, a la sombra de un castaño centenario que hoy ya no existe, se cultivaba una tercera pasión: la política, alimentada por los vecinos del contorno con acaloradas tertulias; después, vino el conflicto fratricida de 1936 que, todos sabemos, empezó mal y acabó peor.

El Fabar. A la derecha parte posterior de la casa natal (lleva una franja de color verde en un lateral). Situada a la derecha de lo que fue una carnicería en la posguerra y, posteriormente, en los años sesenta, un quiosco de prensa. La carretera general del territorio es aquella por la que circula un automóvil de color oscuro; a la izquierda de ésta se ve el camino que conduce a las piscinas de “Mejoras del Valle” y, en primer término, se observa la carretera que comunica con el campo de fútbol de La Bárzana.
En este barrio nació Manuel Jesús López “Lito”, en plena posguerra pero, a partir de los veinte años, viviría siempre a caballo entre este lugar y Oviedo, completando aquí sus estudios en la Facultad de Ciencias y en la Escuela de Minas.
Lito ha sido “profeta en su tierra” por partida doble. Lo debe a su éxito, tanto en el tiempo en que ejerció la docencia en su Academia de Matemáticas como en los años que lleva inmerso en la investigación sobre el valle de Turón.
Titulado superior y funcionario del Ayuntamiento de Oviedo, alternó dicha actividad con la enseñanza de las Matemáticas en su academia turonesa por la que desfilaron a lo largo de un cuarto de siglo más de mil alumnos de diversas especialidades (Bachillerato, Magisterio, Ingeniería Técnica de Minas…).
El relativo “exilio”, durante algunos años, al que le han forzado razones familiares y profesionales no ha sido óbice para que se sintiera cada vez más vinculado a los problemas de su tierra. Probablemente, esa perspectiva de horizonte, haya sido crucial para que pudiera percibir con mayor nitidez la cruda realidad que revoloteaba sobre el Valle. Entonces, el surgimiento de un impulso endógeno, que cada día se acrecentaba, le sugirió a partir de 1.987 la idea obligada de reflotar de alguna manera, el pasado brillante que había ostentado el Valle en otro tiempo. Orgulloso de sus orígenes, necesitaba imperiosamente presentar al mundo el legado industrial de esta tierra para compararlo con el estado de brutal regresión que, de forma inexplicable, padece en la actualidad. Así, fueron brotando los siguientes títulos:
“Informaciones del Turón antiguo” en el año 1.995.
“Memoria gráfica del Turón industrial (1.880-1.980)” en 1.997.
“Turón. Crónica de medio siglo (1.930-1.980)” en 1999.
“Turón. El fin de una época” en 2.003.
“En busca del Turón perdido” en 2006.
“El enigma de Turón” en 2011.
“Memoria gráfica del Turón industrial (Tomo II)” en 2012.
“El despertar de Turón” en 2015.
“Turón, hora cero” en 2017.
“Turón, el valle castigado” en 2019.
Con sus publicaciones, Lito, ha sido el verdadero descubridor de la historia de este territorio campesino y minero.

Gran conversador, se interesaba por las vivencias de sus parroquianos, sus destrezas en el trabajo cotidiano de la mina;también fuera de ella cuando se trataba de gallegos que aterrizaban en Turón después de regresar alguno de ellos de una aventura americana en Cuba, Argentina o EE.UU. En aquel taller, además, enseñó a Lito a leer, escribir y hasta dividir cuando aún no había cumplido los seis años de edad. La sastrería fue, por tanto, la primera aula de enseñanza de Manuel Jesús López. Más adelante, y siempre gracias al concurso de su padre, tuvo noticia de la importancia social y cultural que había tenido Turón en las décadas de los años veinte y treinta del pasado siglo. Esto lo pudo constatar él mismo en los años sesenta, cuando el Valle era una inmensa factoría desde Urbiés a Figaredo en la que se afanaban diariamente ocho mil obreros. Con todos estos ingredientes, transcurridos los años necesarios para que Lito resolviera las ecuaciones fundamentales de la vida, tanto las sentimentales como las universitarias y profesionales, pensó un día en la posibilidad de sacar a la luz el brillante acontecer de su tierra. Ahora, ya estaba plenamente convencido de que Turón no era un valle cualquiera. A partir de entonces, comenzaría a mostrar, no solamente la crónica del pasado sino también la crítica cada vez más contundente por la deriva peligrosa que iba tomando el territorio desde el punto de vista económico. Ya ha transcurrido más de una década del último cierre minero y es preocupante el estado de desolación en el que han sumido a este valle aquellos en los que los turoneses fueron depositando su confianza legislatura tras legislatura.
La obra de Manuel Jesús López sobre el valle de Turón, compendiada en diez volúmenes, arroja como mínimo, en términos aritméticos, las siguientes cifras: 4000 páginas ilustradas con 4000 fotografías y una dedicación de 40.000 horas de su vida en estos últimos treinta años.
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