Las pasiones de una vida
Muchas gracias, don Carlos
A continuación, transcribimos un artículo (actualizado) que, en principio, realizamos para la revista «Mierenses del Año 2014» a petición del comité organizador de los premios:
Las pasiones de una vida
Dos dedicaciones llenaron mi vida durante muchos años: la docencia y la investigación histórica.
Una parte muy importante de mi vida adulta se puede simplificar en unas pocas líneas. Para empezar decir que ha estado consagrada a dos dedicaciones esenciales: la docencia y la investigación histórica. Entre ellas y como trasfondo otra que fue mi ocupación profesional en el Ayuntamiento de Oviedo y en el medio de ambas un terrible acontecimiento que significó el punto de inflexión- tránsito fatal en sí mismo- que puso fin a una etapa y me volcó en la siguiente, casi de forma automática. ¿Tenía yo que pasar por aquella dura prueba a la que me sometió la Providencia para que comenzara con la historia del valle de Turón? ¿Está escrito nuestro destino en alguna parte?. Para los deterministas sí.
Cartel anunciador de la Academia de Lito Beyman en 1973.
El caso es que cuando concluí mis estudios universitarios no me planteé en ningún momento buscar un empleo fuera de la región pues el permanecer aquí siempre fue algo a lo que nunca quise renunciar. Teniendo en cuenta que el desembarco en el sector industrial no era fácil, intensifiqué el programa de clases particulares en mi academia turonesa de La Felguera que hasta entonces venía impartiendo durante el periodo estival, desde mi época de estudiante en Oviedo.
Cuando, después de varios intentos fallidos de incorporarme al mundo de la empresa en Mieres y Gijón, obtuve por oposición una plaza de funcionario en el Ayuntamiento de Oviedo siendo asignado al departamento de Intervención, pude ver cumplido mi deseo de quedarme definitivamente en mi querida tierra astur. Ello me facilitaba, dada la proximidad con Turón y mi vocación por la docencia, mantener tres horas de clases vespertinas ya que el andar entre logaritmos

e integrales y la posibilidad de transmitirlo a los demás, hacía que me sintiera como pez en el agua. Ocasionalmente, para desconectar por algunos momentos de la lección del día les comentaba algún tema lateral de avanzadilla que por lo sorprendente siempre agradecían aquellos alumnos que más interés manifestaban por la asignatura. Así, por ejemplo, si estábamos estudiando la teoría de los números complejos les adelantaba la interpretación geométrica de multiplicar un número real por la unidad imaginaria, y si el resultado del límite de una función era infinito, siempre había algún alumno que sentía curiosidad por profundizar en el término. «Suponed- les aseguraba- que Thales de Mileto comenzara a contar empezando por el uno. Pues bien, si este matemático, que vivió entre los siglos VII y VI a. de C. hubiera tenido la facultad de poder seguir contando hasta hoy, aún no habría logrado alcanzar el infinito»; luego, ese no era el camino para describir el infinito. Y les terminaba diciendo:: «El infinito es algo así como un polizón en el vientre de las Matemáticas pero necesario. Es el más allá de lo más lejos». Desconectábamos de la asignatura sin desconectar ¡Que tiempos! Aún me emociono al recordarlos.
Acomodado a la nueva situación estaba convencido de que así habría de continuar mientras que las fuerzas me respondieran. Pero ¡ay¡ la vida te va enseñando que nada es definitivo. De repente, uno se ve envuelto en circunstancias con las que no contaba, enredado en una madeja de la que en principio no ve una salida fácil, y que , a la postre, le van marcando de forma inexorable el camino a seguir que no era, precisamente, el deseado. Sucedió que, en 1985, mi padre enfermó gravemente. Fue el comienzo de una agonía de más de quince años a consecuencia de serios problemas cardiovasculares durante los cuales se fue degradando paulatinamente y donde la principal víctima fue mi madre porque ella cargó con el mayor peso de la nueva

situación. Consecuentemente, ocasionado por los innumerables traslados a los hospitales de Mieres y Oviedo resultó que yo no podía cumplir muchas veces con el compromiso adquirido con mis discípulos que era, en primer lugar el respetar un horario preestablecido. Si a eso añadimos un gravísimo percance que sufrí pocos años después( del que se habla en detalle en el epígrafe «De Murias a Murias» dentro del título «Mi bautismo histórico-literario: el mariscal Solís)) que pisoteó mi vida, que vapuleó mi cuerpo y que conmocionó mi espíritu, es fácil suponer que, después de más de veinte años dedicado a la preparación de alumnos en aquella actividad complementaria que ejercía durante las tardes de lunes a viernes, tenía que tomar una determinación drástica. Con verdadero dolor di por concluido ese ciclo vital pero pronto me dí cuenta que necesitaba llenar ese vacío a toda costa. Sentía la necesidad de hacer algo que me diera tanta satisfacción como la enseñanza y ese algo, casi inconscientemente, ya lo había iniciado algún tiempo atrás.
Mi padre «Manolo el sastre» fue algo más que mi maestro de primeras letras

Al llegar a este punto necesito, ineludiblemente, hacer una nueva mención a mi padre “Manolo el sastre” que fue algo más que mi maestro de primeras letras, Actuó conmigo, muchas veces, con mano severa y disciplina férrea por lo que tuvimos grandes desencuentros. Pero actuaba así por su fuerte carácter y porque quería lo mejor para mí. A lo largo de su vida siempre procuró transmitirme toda clase de conocimientos a su alcance como las grandes cotas que, desde el punto de vista social, cultural e industrial, había alcanzado Turón en los años inmediatos a la guerra civil que coincidieron con los de su adolescencia. Por otro lado, en los años ochenta del pasado siglo, cumpliendo un anhelo suyo y una curiosidad mía, comencé a construir la genealogía de su abuelo Ángel Martín González y Fernández-Prieto, “Angelón de Enverniego” , como era conocido puertas afuera, por aquello de sus numerosas posesiones, había sido uno de los últimos grandes hacendados del valle de Turón ya que atesoraba, a su fallecimiento en 1941, una propiedad rústica equivalente en su totalidad a la extensión de cuarenta campos de fútbol. En el archivo parroquial descubrí nombres de mis ancestros, de turoneses de otros tiempos, de notarios,… y, en el provincial, testamentos de mis antepasados en los cuales aparecían, en ocasiones, nombres de testigos que habían sido vecinos suyos. Con todos estos ingredientes la idea estaba servida. A esto tenemos que sumar el fuerte sentimiento de mi madre Mina hacia Turón para la que no existía otra tierra mejor que este valle y dentro de él su Fresneo natal, afecto profundo que mantuvo hasta el final de sus días ocurrido en 2019 con noventa y cinco años de edad. Pues bien, esa atmósfera especial en la que crecí fue empapando mi alma y llegó el día en que sentí la necesidad de poner en marcha el proyecto de ahondar en la historia de Turón. Era el instante preciso para aventurarse en aquella empresa, si tenemos en cuenta que, por entonces, ya había resuelto también mis ecuaciones afectivas , que para todo hay que dejar tiempo en esta vida. Discurría el año 1995 cuando di a conocer el primer volumen (Informaciones del Turón antiguo) al que seguirían otros nueve más en los años siguientes, todos ellos acogidos por el público con excepcional benevolencia, que todo hay que decirlo, tanto por los turoneses que residen en el Valle como por los que vivían en diferentes lugares de España y del mundo por aquello de la diáspora. Me llegaron noticias de haber recibido ejemplares en puntos tan dispares como Madrid, Málaga, Pamplona, León, Argentina, México, Francia o Bélgica).
A comienzos del año 2014, el Jurado propuesto por la Junta Directiva de la Asociación Cultural ”Galardones Mierense del Año”, tuvo a bien el concederme tan prestigiosa distinción, según su criterio, “por personificar los valores de esfuerzo, compromiso y trabajo desinteresado en beneficio del concejo”. Bueno, la verdad que esto queda muy bien cara a la galería, Son hermosas palabras que me halagan y cuyo detallo agradezco. Pero, una vez dicho esto, creo sinceramente que han exagerado un poco, ya que debo puntualizar que, lo que modestamente hice, era como una obligación para con mi valle. Además, alguien tenia que hacerlo. Era necesario hacerlo.

Si a ello se le añade que lo efectué como un agradable entretenimiento, realizándolo voluntariamente y con la mayor ilusión, no veo ningún mérito en ello, lo que no obsta para que muestre mi gratitud, antes que pasar por un descortés. Por el contrario, verdaderamente digno de elogio, y que conste que no son simples palabras para quedar bien ante los lectores, es la inmensa labor que ha realizado Laudelino Rodríguez. “Tito”, como se le conoce popularmente, es el verdadero alma mater de estos premios al que nunca se valorará lo suficiente por esta loable iniciativa que puso en práctica hace más de cuarenta años y que continúa tan viva como entonces a pesar de los negros nubarrones que planean sobre la vida económica del país.
En estas líneas rememoro la amistad del «Grupo de Oviedo» y les expreso, una vez más, mi gratitud por su permanente disposición
Para terminar quiero decir que los años dedicados a la docencia los ejercí con plena satisfacción, que me afané en escarbar sobre el pasado de nuestra tierra turonesa lo que me ha producido un enorme placer, que durante el tiempo que pasé en el Consistorio ovetense hice grandes amigos que todavía conservo
Abril de 2014. Acto de entrega de los premios "Mierense del Año 2013" (Foto Roberto Menéndez).
y que, aunque a costa de alguna renuncia material- para mí lo menos importante- permanecí SIEMPRE en Asturias para estar en mi municipio de Mieres, en el mismo Turón al lado de mis familiares más próximos. En este aspecto he sido un privilegiado. Estas son las pasiones de mi vida. Pero es mi deseo, antes de concluir estas líneas, el
El mismo día, Mario Antuña, encargado de la sección "Cuencas"de "La Nueva España", presentando a Lito a la directora del periódico, Ángeles Rivero (Foto de Roberto Menéndez).
expresar con unas breves palabras el significado del compañerismo que yo he disfrutado a lo largo de bastantes años con una serie de personas como consecuencia de mi estancia en el Ayuntamiento de Oviedo. Todo el mundo sabe que la rosa más bella tiene una existencia efímera; sin embargo, una fiel amistad en el mejor sentido de la palabra, es la que siempre permanece, es aquella que está presente cuando la necesitas. Me congratulo de tener unos pocos pero grandes amigos repartidos entre Turón, Mieres, Oviedo y Gijón. Vivir sin amigos es lo mismo que morir sin poder recrearse en los recuerdos.
Cualquiera pudiera pensar que con todos estos componentes he alcanzado la felicidad suprema, el nirvana, como preconizaba Sidarta Gautama en la India. No ha sido así, evidentemente, porque nuestra existencia es como navegar: hay días de mar en calma; otras veces, tempestad. Efectivamente, la vida está llena de cosas buenas y malas, de situaciones agradables y de otras que no lo son tanto, de aciertos y de errores, pero cuando al hacer el balance de todos estos parámetros el resultado arroja un saldo positivo, esta es una señal inequívoca de que ha merecido la pena vivirla. Por mi parte, solamente, el hecho de haber nacido en el valle de Turón con todo lo que esto conlleva (el disfrutar de su paisaje y el estar SIEMPRE cerca de mi familia), al que vuelvo continuamente sin haber salido nunca de él, ha colmado todas mis aspiraciones».
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