Como es bien conocido por todos, el hombre en otros tiempos, vivía tan ligado a la tierra, que necesitaba dotar a cada parcela de terreno con nombres y apellidos. Desgraciadamente, el paso del tiempo propició una transformación radical de las formas de vida de nuestro territorio (el valle de Turón) de tal forma que, a raíz de la irrupción de las empresa mineras y a partir de la guerra civil de 1936, fundamentalmente, se produjo un barrido de multitud de vocablos que habían sonado familiares en los oídos de nuestros mayores durante siglos.
Si tenemos en cuenta las palabras pronunciadas desde el Gobierno del Principado y publicadas por el diario La Nueva España el 10 de noviembre de 2015:”La recuperación de la toponimia tradicional es otra de las iniciativas que prevé impulsar la Consejería de Cultura”, nos parece oportuno hacer algunas observaciones sobre determinados pueblos y lugares de nuestro valle que en la última actuación toponímica de hace unos años se plantearon, a nuestro juicio, de forma errónea y/o incompleta. Ya que esos nombres tienen su historia y tradicionalmente se llamaron de una forma concreta, no tiene sentido el que se hayan cambiado hace más o menos tiempo y, particularmente, en el momento actual, cuando la preocupación por recuperar nuestras raíces va “in crescendo”. Para todos los casos se aporta confirmación documental, fruto de muchos años de consulta de los archivos parroquiales de la zona y del histórico provincial, exponiendo algún ejemplo pero aunque disponemos de otros no queremos hacer la relación demasiado exhaustiva.También queremos hacer constar como dato anecdótico que este documento ya fue elaborado hace unos diez años pero, debido a diversas circunstancias que no vamos describir aquí para no herir susceptibilidades de nadie, no hubo ocasión para presentarlo en modo y forma como se hace ahora. Solamente se quiere señalar con ello que nuestra preocupación por darle una buena solución a este problema ya viene de lejos.
Comenzaremos por lo que se ha dado en llamar en la postguerra “Cuesta del Lago” y que, últimamente, se incluye en El Lago, lo que es un disparate. Desde la antigüedad se le conoció por “El Fabar”. Este topónimo proporcionaba el nombre a una antigua casería habitada hasta la llegada de la industria minera. Lo constata el hecho de que en 1699 fue bautizado un niño llamado Domingo siendo sus padres” Domingo González y Euxenia de Faes, vecinos del fabar” (Archivo de S. Martín de Turón.Libro bautizados 1696-1735). En el siglo XVIII, el seis de junio de 1724 contrae matrimonio “domingo González del fabar” y Juana García de S. Martín de Salas(Ídem Libro de casados 1697-1749). Finalmente, en 1893, fallecieron en “El Fabar” dos niños: Celestino de cuatro años y Catalina de seis(Ídem Libro de Difuntos 1879-96 folio 63). El Fabar estaría comprendido entre La Felguera y El Lago e iría desde la “casa de Mourenza” hasta “la ferretería de Enrique” y cuando la carretera llanea eso es El Lago, según gráfico 2. Una prueba más de su existencia,que estaba en boca del pueblo, es que hasta hace escasos años, unos vecinos octogenarios (la familia de Juliana la de Mayordomo que vivía en las “casas de Gayola”) aún indicaban en sus tarjetas de visita como su domicilio “El Fabar”.

Ahora vamos a referirnos al lugar donde se asienta el campo de fútbol. Allí,desde tiempo inmemorial había una casería y dos molinos que desaparecieron con los trabajos de acumulación de estériles y de canalización del río que realizó Hulleras de Turón para el beneficio de sus minas a finales del siglo XIX. Hay un documento que dice: ”En veintinueve de abril de 1639 se bautizó Antonio, hijo de Domingo de la barçana, de Linares y de Toribia su mujer” (Archivo de S, Martín Libro 1º). Además, a este lugar se le ha llamado siempre La Bárzana, no se le ha cambiado nunca el nombre hasta la última actuación en Turón de hace unos años en que, sin conocer el motivo, le llaman “La Bárcena”. Es inadmisible. Nos preguntamos si, por idéntica razón, le van a cambiar a la capitalidad del concejo de Quirós su nombre verdadero por el de Bárcena. Al campo de fútbol pueden llamarle como gusten, pero el lugar es La Bárzana si queremos respetar la tradición.
Un ejemplo de recuperación de un nombre antiguo podía ser el de Vil.laño que corresponde al actual Villandio. Prueba del antiguo nombre de Villandio. En la anteguerra,algunos vecinos todavía lo decían al referirse a su pueblo. Hay un documento que lo atestiguan: ” en cuatro de enero de 1659 bauticé una niña de Juan Díaz de billaño y María su mujer”( Ídem Libro 1º de bautizados 1627-1668).
Los siguientes documentos avalan la existencia del barrio de Puenes que no consta en el nomenclátor actual: el 23 de marzo en 1740 falleció José Antonio Díaz Velasco( Ídem Libro 3º Difuntos 1698-1749). Por otra parte, cuando se iba a construir el colegio “La Salle”, en 1916, Hulleras de Turón compró la finca “Puenes”, según consta en el archivo municipal del Ayuntamiento de Mieres. Pues bien, el topónimo de Puenes hoy está totalmente desaparecido; sin embargo, otro barrio relacionado con aquel, que queda algo elevado, por encima de la carretera y junto al antiguo camino real, donde está la capilla de La Crucina, con muy buen criterio, conserva el nombre de Sobrepuenes. Por tanto, el nombre de Puenes a recuperar, pertenece a la carretera general y comprendería los edificios comprendidos en el intervalo que va desde el final de la circunvalación hasta la llamada “Casa Ardura” según el gráfico 1.

Hablando de Preximir, este barrio corresponde a las casas existente entre La Rebaldana de Arriba y Santandrés. Procede del castellano Prejimeri que es como aparece en un mapa de esa zona realizado en el siglo XVIII y que se conserva en el archivo de la Real Chancillería de Valladolid . Lo que no entendemos es el nombre de Presimir como consta en un indicador actual porque eso es un invento.
Referente al pueblo comprendido entre Cortina y Santa Marina, comenzó a conocerse como Cabojal al comienzo de la industrialización del Valle,pero siempre había sido Codejal. El caso es que con la última actuación se le llamó Cauxal traduciendo al asturiano el nombre actual. Pero pensando en la legitimidad de lo más antiguo, creemos que sería más coherente el mantener el nombre de Codexal que, etimológicamente, viene de “codoxu”, cuyo significado en asturiano es “árbol silvestre parecido a la retama”. Para confirmar este dato solo tenemos que echar un vistazo a los libros parroquiales de santa María de Figaredo. Pondremos un solo ejemplo: “Codejal. En la iglesia de Figaredo bauticé a Josef, hijo de Nicolás Vázquez Prada y de Ramona Castañón….” (Libro de bautizados 1777-1841. Folio 114). Los clérigos y notarios escribían, además del Codejal, Fuejo o Requejo que eran términos castellanizantes ya que el asturiano nunca fue lengua oficial; sin embargo en casa, en la “caleya”, en la vega, en la ería, en el monte,… el pueblo pronunciaba Codexal, Fuexo, Riquixu. Por eso creemos que es más adecuado el término Codexal que Cauxal porque es volver a la raíces que es de lo que se trata.
Hay una casería en la parte superior del pueblo de Urbiés que hemos visto escrito en una publicación de la Academia de la Llingua (Nomes, concejos, parroquies y llugares del Principáu d’Asturies) como La Farnosueria. Es, a nuestro juicio, otra deformación del nombre original y a los documentos nos remitimos: “María Teresa. Fernansuarez.En 18 de octubre de 1798…bauticé a una niña llamada María Teresa…hija de José Álvarez y de Francisca Fernández” (Archivo Diocesano Caja 31-10-1-2). Otro dato procede de mediados del siglo XIX: ”Fernansueria. El 27 de julio de 1852 se bautizó una niña….hija de María Josefa…”(A. Diocesano Caja 31-10-3-6). No cabe duda de que el término correcto no es La Farnosueria, por mucho que algunos lo digan en los últimos tiempos, sino La Fernansueria que hace alusión a su fundador, un tal Fernán o Fernando Suarez.
Otro cartel que intenta cambiar el nombre primitivo del pueblo en cuestión es El Pandel. Fue a partir de la última actuación ya citada. El nombre correcto es Pandel de Berruga. Ahí está el archivo de S. Martín para corroborarlo.
Entre La Rebaldana de abajo y El Lago existe un barrio que construyó Hulleras de Turón y se pone en los indicadores de población, indistintamente, Canabatán y Carabatán). Aquí hay un error muy fácil de subsanar. El caso es que cuando se levantó este barrio obrero con las piedras de la cantera que aún se ve hoy día al lado de la carretera, junto al río existían los restos de un batán que desaparecieron al construir la vía del ferrocarril minero. Pero es que, en este caso no hay ni castellano ni asturiano. Como las casas se construyeron “cara al batán” el barrio pasó a denominarse Carabatán y este es el único nombre que debe de tener.
También es preciso señalar que en la ladera septentrional del Valle, a la altura de de este último barrio y por encima de la “casa de Argul”, se construyeron en la postguerra una serie de casas alineadas que vienen señalizadas como El Puyiscal. En realidad, debe escribirse El Pul.liscal que procede del asturiano “pul.liscu”(encina).
Para finalizar tres detalles: el puente situado al comienzo de la circunvalación debiera de tener un indicador con su nombre que es “Puente de la Banciella”. En segundo lugar, el puente que, desde El Fabar conduce al campo de futbol, construido hace algunos años, debiera de llamarse «Puente ‘l remolín». Motivo: al lado hay un pozo llamado «El remolín» en el que durante el verano se bañaban los niños de la zona. Por último, hacer constar que, a veces, se escribe Arniello por Armiello. No se trata de ninguna deformación de la palabra con el paso del tiempo. Es que nunca se llamó Arniello. Esta confusión procede del error de impresión cometido en un antiguo mapa militar de principios del siglo XX. Para constatar esa equivocación solo tenemos que consultar los libros del archivo parroquial que comienzan varios siglos atrás.
Son todas la objeciones que tenemos que hacer sobre la toponimia de nuestro valle.
Manuel Jesús López González
(Este documento lo hemos presentado a título personal en el Ayuntamiento de Mieres a principios de 2018 desde donde, a su vez, sería remitido a la Junta de Toponimia de Oviedo y es un extracto obtenido del libro «En busca del Turón perdido» págs. 289-296).
Haciendo una reflexión sobre las primeras líneas del escrito anterior, pensamos que es ahora una ocasión de oro para recuperar el nombre original de algunos de nuestros pueblos que se han ido transformando, generalmente, por una corrupción propia del pueblo que, como es muy sabio, en muchas ocasiones, hace atajos( supresión de letras) para pronunciar una palabra como “tovía” por “todavía”, preba por prueba,“Figareo” por “Figaredo”, “Vil.laño” por “Villandio” y tantas otras. Un caso similar es el término castellanizado de San Andrés. En este lugar, desde tiempo remoto, hubo una capilla llamada del "Santo Andrés”. Yendo por el atajo que decíamos, el habla popular, con el transcurso del tiempo, pasó de”Santo Andrés” a “Santandrés” que era como se le llamba todavía durante mi infancia y que, felizmente, se ha recuperado. Sin embargo, aquello de sustituir” Cabojal” por “Cauxal”, desde hace unos pocos años, es un disparate de tal envergadura que merece dedicarle unas líneas para explicar la ocurrencia de un “inspirado” que desde la capital en su particular laboratorio, despedazó la palabra, troceándola y, luego, con una formula totalmente equivocada, recomponiendo los pedazos obtenidos. Vamos a poner un ejemplo que ilustre el descabellado proceso que se siguió. Supongamos que tuviéramos en el Valle un caserío o pueblo que se llamara “Buenamente” al que había que dar el correspondiente nombre en lengua asturiana. Pues bien, el alquimista en cuestión, puso la palabra sobre su mesa de trabajo y la descompuso en dos partes: Buena-mente. Seguidamente, cada uno de estos términos lo tradujo al asturiano y como “buena” pasa a ser “bona” y “mente” es “maxín”, pegó estas dos palabras pasando a llamarse el nombre del pueblo en cuestión “Bonamaxín”. En el caso de Cabojal, para hallar el correspondiente nombre en asturiano, hizo una operación similar. Primero troceó la palabra de esta manera: Cabo-jal; después, por separado, hizo una traducción surrealista: “Cabo” es “Cau” en asturiano. Pero ahora viene lo mejor; “jal” lo reemplazó por “xal” y, sin embargo, esta palabra no existe en la lengua vernácula. Luego, pegaron estos dos términos y les salió “Cauxal”, es decir, una “verdadera obra de arte”. El resultado obtenido, sí que es una verdadera aberración lingüística. Ahora- creemos que con un poco más de rigor- diremos que durante siglos ese núcleo poblacional se llamó “Codexal” o “ Codejal” (en su forma castellanizante); después, por esa modificación del lenguaje de la que hablábamos en líneas anteriores. se fue transformando en Cabojal que ya era de uso común a principios del siglo XX. Por tanto, pensamos nosotros que ahora cuando hay cierto interés por la Toponimia, sería el momento de hacer convivir el vocablo castellano Cabojal con el nombre original en asturiano que no es otro que “Codexal”. Litobeyman