En este valle de Turón se han extraído, durante siglo y medio de explotación hullera, unos cien millones de toneladas de carbón bruto. Para hacerse una idea más precisa de la magnitud de esa cifra podemos afirmar que si hubiera que sacar de nuevo aquella producción sería necesario obtener 666.667 toneladas de mineral anualmente, trabajando día y noche, durante ciento cincuenta años ¡Turón, no es un valle cualquiera! ("El enigma de Turón", fragmento de la pág. 271).
El Valle, tuvo una época esplendorosa hasta 1960, cuando aún acogía a 8.000 obreros (5.930 trabajadores aportados por Hulleras de Turón y algo más de 2.000 correspondientes a Minas de Figaredo. Véase obra citada pág. 271).
En los años noventa del siglo pasado con la clausura de los pozos San José y Santa Bárbara y el grupo San Víctor, se perdieron 1.000 puestos de trabajo y la economía local tocó fondo: en poco tiempo, cerraron la mayoría de los negocios existentes( comercios, bares, restaurantes,...). Pronto comenzó a llegar a las Comarcas Mineras río de millones en forma de "Fondos Mineros" para la recuperación ambiental y el asentamiento de nuevas empresas. Inexplicablemente, el Valle, que 2.007 asistía al cierre de su última explotación minera (Pozo Figaredo), fue excluido de esos beneficios. Para hacerse una idea la consecuencia de todo esto, basta darse un paseo por La Veguina un día al azar. En el aspecto morfológico encontramos nuestra calle principal peor que hace treinta años: edificios derruidos y fachadas envejecidas por el paso del tiempo. En el aspecto humano la impresión es aún más negativa:se inhala tristeza por doquier pues apenas se ve gente por la calzada. Los turoneses, durante años, a través de escritos y cartas enviadas a la prensa, hemos apelado a ese pretérito que, no solo ha sido brillante desde el punto de vista industrial; también ha alcanzado cimas importantes en otros aspectos como el cultural y el deportivo. Pero, hasta el momento, no han surtido efecto. Parece que alguien ha escrito que el Valle hay que convertirlo en una aldea decimonónica y van camino de conseguirlo. Es un crimen lo que han hecho con nuestra tierra querida: la han dejado morirse como a aquel herido de bala que, en vez de extraerle el proyectil y cortarle la hemorragia, queda tirado acabando por desangrarse (O. c. pág. 273).
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