EL REFUNDADOR DEL CORO MINERO

Coro pozo S. José
1980. Un detalle del Coro Minero dirigido por Germán.                                                                                           Conocí a Germán al participar en su Polifónica  Turonesa con solo 17 años

                                                        Concluida la reválida de 4º de Bachiller, mi padre intentó que aprendiera el oficio de sastre que él mismo ejercía en El Fabar de la misma forma que lo había ejercido mi abuelo en el mismo lugar en los tiempos inmediatos a la guerra civil y en algunos años posteriores a la conclusión de esta. Aquella aventura duró dos años: el tiempo necesario para decirle a mi progenitor que yo no había nacido para seguir ese camino. En ese tiempo, con dieciséis o diecisiete años de edad, pasaba diariamente por delante de mi casa Chus Ordiz – un año más joven que yo- con el que llegué a compartir animadas charlas culturales, consecuencia de lo cual nos hicimos grandes amigos. Eran los momentos en que finalizaba el Bachiller Elemental  en el colegio de los frailes. Por delante de mi casa, hacia las trece horas, enfilaba el camino de Linares, para comer y luego regresar a las clases de la tarde. Hablábamos de todo: de Historia por mi interés y, por su parte, de boxeo y de música (así descubrí a Cassius Clay y a Elvis Presley de los que Chus era gran devoto). Creo que también tocábamos algo la política crítica con el sistema aunque, al gobernar un militar muy celoso con su ideario, había que hacerlo con mucho sigilo para no meterse en serias complicaciones. Un día,  me sugirió la idea de incorporarme en una polifónica formada por jóvenes de ambos sexos y a cuyos ensayos asistía, dos días por semana, en la primera planta del Bar Zurrón sito en La Veguina. Acepté complacido y hete aquí que me encuentro un domingo por la mañana, ante su director para hacer las pruebas pertinentes. Era un hombre de mediana estatura, aspecto agradable, ademanes enérgicos y de unos treinta años de edad que, rápidamente, me catalogó como barítono. Pero cuál sería mi sorpresa cuando ya desde los primeros ensayos me situó en el grupo de los bajos alegando que sólo tenía dos. Así que ya puede suponerse mi tragedia particular: yo no tenía mal oído pero mi voz no era potente. Entonces, no es difícil imaginar que al situarme en una cuerda que no era la mía, tenía que sentirme incómodo. Menos mal que tenía a mi lado un bajo excepcional –pronto me di cuenta de ello– un veterano del canto, Alfredo de la Vega el Rey, que había sido hasta hacía poco tiempo un puntal importante del Coro Minero. Solamente a causa de unas fricciones surgidas con algunos de sus miembros  había decidido pasarse a la Polifónica Turonesa.

Germán tuvo en su padre, el popular «Madrid» , un profesor extraordinario

                                                         El director, en principio, parecía haberme hecho una pequeña “faena”. Nada más lejos de la realidad pues Alfredo, al cantar “Alma llanera”,”Camín del baile” o “El Vito”, con su excepcional vozarrón, enmascaraba todas mis limitaciones y eso me tranquilizaba. Recuerdo muy bien el clima que se respiraba entre los componentes del grupo (Falo el de Radimar, Guillermo el chato, Loli de San Francisco, Monse de Cabojal, Mari Paz de La Cuadriella, una hermana de Carrete el futbolista, la hija de Luisa la de la «Floristería», Javier Barreiro …) que era muy distendido. No obstante, paré allí menos que “el Vasco en Peñamiel” como se decía en otro tiempo para ilustrar una brevedad, y muy a pesar mío, pero en octubre iniciaba el Bachiller Superior en el Instituto “Bernaldo de Quirós” de Mieres como había acordado con mi padre. Digo esto porque, al reanudar estudios, me recordó por activa  y por pasiva que, en adelante, no quería ninguna distracción para mí que no fueran las Matemáticas, la Física o la Química. Traigo esto a colación porque así fue como tuve el primer contacto con Germán Prieto, el director de aquella polifónica y al que hoy vamos a evocar en honor a la gran relación de su figura con el Coro Minero de Turón, así como también en honor a la gran amistad que nos ha unido , durante los últimos cuatro lustros.

                                                     Nacido en 1932, tuvo en su padre “Madrid”, popular músico en el Turón de anteguerra, un profesor extraordinario; luego complementaría sus conocimientos estudiando solfeo por los métodos de Hilarión Eslava. Integrante del Coro Minero casi desde su fundación, la afición a la música le hace devorar todo lo que llega a sus manos relacionado con este arte, estudiando otros métodos como “El Solfeo de los solfeos”, actuando como jefe de cuerda en los tiempos de Vital Pardo y dirigiendo al grupo de forma esporádica en su ausencia.
                                                     La vocación artística de Germán queda patente aquellos años de la postguerra en que con un enorme sacrificio compatibiliza su trabajo en “La Compañía” con la creación de la “Polifónica Turonesa” en 1958, al tiempo que amplía su formación musical con sus estudios de piano y armonía, ésta por los métodos de Arin y Fontanilla. Pero la década de los años sesenta se va a caracterizar por un intenso flujo de trabajadores hacia Bélgica y Alemania lo que determina que estos grupos entren en crisis pues quedan diezmados en poco tiempo. El Coro Minero que había sido laureado en Torrevieja y repetidamente galardonado también desaparece.

Fue Director del Orfeón de Mieres desde 1973 hasta 1978 en que es llamado para ponerse al frente del Coro Minero que empieza a reorganizarse tras su disolución unos años antes.

                                                En 1973, Germán es llamado para dirigir el Orfeón de Mieres y en esta nueva etapa le va a dar un notable impulso, según palabras del mejor critico musical del momento: Florestán. Cuando agoniza el decenio, se está produciendo el regreso a la patria de muchos de aquellos emigrantes y un grupo de veteranos del Coro Minero, entre los que se encontraba el tenor Genaro Quevedo, se entrevistan con Germán para que se haga cargo del emblemático grupo turonés al que, a toda costa, quieren recuperar. El entusiasmo general crece. La alegría se desborda y muy pronto se produce la refundación. Comienzan a sonar canciones como “Vaqueira” de Ruiz de la Peña, “Pupurri asturiano” de H. González o “Benedictus” de Torner. En este tiempo, el Coro Minero cubre una etapa importante sin perder ritmo. Actuando en el Teatro Real de Madrid y otros lugares, el Coro, bajo la batuta de Germán, pone al Valle en el candelero, una vez más, reverdeciendo viejos laureles por esos caminos de España.

Aparte de las rencillas locales, la causa fundamental del desaguisado cometido con este hombre, fue el haber nacido en el Valle

                                                         Emocionante, en particular, fue la visita a Valladolid donde realizaron una puesta en escena cargada de sentimiento. El caso es que en 1980, el Coro había actuado en el Centro Asturiano a petición de José Luis Varela, un antiguo turonés afincado en la ciudad del Pisuerga. Pero éste regentaba allí un importante restaurante y al año siguiente fue distinguido como “mejor hostelero del año”. Entonces, el Coro Minero, sin previo aviso, decidió darle una sorpresa al bueno de Varela y se presentó en Valladolid el día del homenaje. Llegaron los postres y las recias voces de la agrupación turonesa invadieron la estancia y la bañaron con sus acordes que hablaban de amores y de costumbres ancestrales como si de una impetuosa cascada se tratase. Los comensales quedaron impresionados. Allí estaba lo más granado del mundo de los negocios de la provincia, además de otras prestigiosas autoridades como un general del ejército de Tierra que, al final, felicitó efusivamente a Germán. Por su parte, a Varela se le deslizaban las lágrimas por ambas mejillas sin poder evitarlo. Su tierra natal, su valle minero, a través de aquellas melodías, le habían convulsionado el corazón. Fue un día inolvidable para todos.

Se produce la dolorosa escisión del Coro Minero, a espaldas de Germán

Foto Germán
Germán Prieto

                                En 1982, graban un microsurco con Dial Discos S. A. y dos años después se le hace un homenaje a Germán por la importante labor realizada en el último quinquenio al frente de la agrupación musical a la que ha ayudado de forma decisiva para su recuperación. Todo parece ir sobre ruedas y las actuaciones y éxitos se suceden, pero en 1986 surgen algunas discrepancias con unos coristas que se niegan a someterse a su autoridad. La directiva entonces propone que Germán reorganice el grupo expulsando a los elementos díscolos pero, al mismo tiempo, a sus espaldas, negocia la creación de uno nuevo que pasa a dirigir Baldomero Pérez. Durante algunos años dos conjuntos se arrogan la representación del “Coro Minero de Turón”, si bien el que dirige Germán es el primero que se registra en la Consejería de Cultura del Gobierno del Principado de Asturias.

Después de obtener el «Xiurrel de Plata» en Mallora, en 1991, en un acto que le honra, decide romper la bicefalia existente  y disuelve su agrupación coral

                                                  Recuerdo en esos años, en que yo vivía en Pola de Lena, la tristeza que sentía porque en mi tierra existiera esa profunda crisis en tan renombrada agrupación coral. Pero siguiendo con Germán, de esa época son la obtención de algunos premios como el “Xiurrell de Plata”, máximo galardón que concedía el Gobierno balear a la actividad coral, o el “Distintivo Vital Alvarez-Buylla” otorgado por el “Aula de Paz Camín de Mieres”. Pero la bicefalia del Coro era, no solo molesta para los que sentían al Valle de Turón sino también un mal ejemplo para todos, por lo que con el fin de no perpetuar aquella situación anómala, en 1991, Germán, en un acto que le honra, decide disolver su grupo para no sangrar más el buen nombre de la entidad. Entonces, el Coro vuelve a ser único, dirigido por Baldomero y patrocinado por la asociación “Mejoras del Valle”. El cisma había concluido.

                                              A Germán se le ha hecho mucho daño con este triste episodio. Doy fe de ello yo que he tenido el honor de haber gozado de su amistad durante bastantes años. Ya nunca más dirigió a un conjunto de coristas como había sido la pasión de su vida. No obstante, mientras la salud le acompañó seguía trabajando y estudiando en su casa y peleándose con el pentagrama casi a diario. De esta última época son sus composiciones “Por todos los caminos”, “Los peregrinos del sol” y “Coplas de la minería”.

                                                  Para terminar esta aproximación a la figura de Germán Prieto –ver más detalles en mis obras “Turón. Crónica de medio siglo (1930-1980)” y “Memoria gráfica del Turón industrial (tomo II)”–pienso que, aparte de las rencillas locales que, en ocasiones, existen y son las que afloran a la superficie siendo, por tanto, las más vistosas, la causa fundamental del desaguisado cometido con este hombre que vivió para la música, fue el haber nacido en el Valle, vamos, que fuera uno de los nuestros; en otro caso nada de lo descrito hubiera ocurrido pues, sin restar méritos a ninguna persona en particular, tenemos la necia costumbre en este país de valorar siempre, a los que vienen de fuera y no por ser mejores sino por ser forasteros. Y así nos luce el pelo muchas veces.  

                                               Germán Prieto, fallecido el 30 de junio de 2014, era una persona que amaba profundamente la Música. De carácter  muy temperamental, siempre hizo frente a  la indisciplina de aquellos que no aceptaban fácilmente su autoridad cuando era necesario ejercerla. Esto le acarreó algunas enemistades. Pero es que para Germán, por encima de todo, estaba la seriedad, el compromiso y el sacrificio- si era necesario- con el fin de  mantener el prestigio del Coro. 

                                                     Me ha dolido tu muerte Germán. Un amigo menos. Porque eras un amigo de los auténticos. Así es la vida. Ahora que estás en las estrellas, acótame un buen sitio ¡compañero del alma!