UN ALCALDE DE TURÓN EN MIERES

 

          

                            Hace varios cientos de años que el valle de Turón adquirió el carácter de término municipal. Han transcurrido ocho siglos desde que Alfonso X el Sabio, desde la ciudad hispalense, otorgara el privilegio fundacional del concejo de Lena dentro del cual quedó integrado aquel territorio. Es, precisamente, el mismo tiempo que los reyes de Castilla y Aragón necesitaron para reconquistar las tierras de la antigua Hispania que la morisma invasora les había arrebatado a comienzos de la centuria octava de nuestra era.

                   A los pocos años  de constituirse el concejo, la Justicia ya se regía por dos clases de Jueces: uno por el Estado Noble de los caballeros hijosdalgo, y otro que era representante del Estado Llano, también llamado “de los buenos hombres pecheros”. En realidad, era el Juez Noble el que ejercía como primera autoridad del alfoz, vale decir, como Alcalde en el sentido que lo entendemos hoy, mientras que el segundo era un mero auxiliar de aquel.

                   La proclamación de ambos, que se efectuaba en el mes de junio de cada año, obedecía a una norma que en nada tenía que ver con el método utilizado en nuestros días. Es lógico hacer tal suposición, por los vaivenes de la Historia, si pensamos que la elección de la primera figura municipal en la actualidad sigue unos criterios muy diferentes a los que imperaban, por ejemplo, hace cincuenta años, tiempo tan cercano a nosotros.

                Fruto de la investigación realizada sobre el resultado de aquellos “comicios” (ver obra del autor Informaciones del Turón antiguo págs. 113-117) hemos extraído algunas conclusiones. Nuestro  estudio consistió en la obtención del binomio de Jueces anuales del antiguo concejo de Lena desde el fallecimiento del austria Felipe II hasta la del borbón Fernando VII. En ese período equivalente a  238 años, podemos asegurar que fueron varios los turoneses (consideramos con esta naturaleza a todos los nacidos en los pueblos dentro de la cuenca hidrográfica del río Turón)  que, en diversas ocasiones, llegaron a regir los destinos del territorio desde la casa de Ayuntamiento de la Pola de Lena. Queden ahí para la Historia los nombres de Diego de Ayala de Peñuli, de Diego Martínez de Vega y Castañón, natural de San Xusto y morador de La Felguera, de José Álvarez Ordóñez de Cortina y de José Martínez de Vega, oriundo de San Xusto y vecino de Peñuli, entre otros.

                   También en los últimos tiempos, hubo algún alcalde turonés en Mieres (municipio que integró al valle de Turón cuando se independizó de Lena en 1836). Pero hoy vamos a hacer referencia a otro, nacido  en el último tercio del siglo decimonónico que, a pesar de su humilde cuna, llegó a presidir las Consistoriales, no solo por su inteligencia natural sino también por su afán de constante superación.

Manuel Fernández nació en Villabazal en el seno de una modesta familia.                                                          

 

          En 1883, Francisco y Eduviges, formaban un matrimonio de modestos labradores que vivían  en Villabazal. Ese mismo año, tuvieron  un hijo al que llamaron  Manuel,  paradigma de los hombres que se van forjando a sí mismo día a día.  

               Manuel Fernández Suárez, realizó sus estudios primarios en la escuela de La Felguera coincidiendo con la Regencia de doña María Cristina. Su primer educador fue  D. Félix Sánchez Díaz– algo irresponsable en sus deberes escolares, pues se desplazaba a Oviedo con más frecuencia de la deseable- al que ya demostró, desde un principio, sus  grandes deseos por aprender cosas nuevas. Pero fue la llegada, en 1893, de D. Salustiano Francisco Salgado, la que  resultó altamente fructífera para el  joven alumno. Este docente, dotado de una gran vocación, consideraba al conocimiento humano como la única causa que eleva su condición, suaviza sus asperezas, mejora sus costumbres, afina sus modales, ennoblece su cuerpo y dignifica su alma. No obstante, los tiempos no eran propicios para la mayoría por la precariedad de medios económicos en  las familias campesinas que obligaba a sus hijos a entrar en el mundo del trabajo a muy temprana edad.

De bien joven ya supo lo que era el mundo del trabajo, plagado de dificultades para los obreros de la época. Esa fue la causa que le llevó a interesarse por los problemas sociales.

                  Así es que, pronto tuvo que abandonar los libros, y, al poco tiempo, ya se encontraba en el pudelaje (eliminación de las impurezas de carbono y azufre para mejorar las propiedades mecánicas del hierro fundido) de Fábrica de Mieres donde cumplía una sesión diaria agotadora de doce horas a cambio de un jornal de 3,25 pesetas. Además, la tarea era penosa pues por medio de unas largas palas había que verter chatarra (óxido de hierro) en la boca del horno, soportando altas temperaturas. Después, los domingos a trabajar gratis en la limpieza de la cuba de fundición que consistía en la retirada de las escorias. Por aquellos años se adhiere a la recién fundada Agrupación Socialista de Turón y comienza a leer con voracidad todo lo que llega a sus manos: libros de Historia, folletos de orientación marxista, etc. Su interés por los problemas sociales va en aumento. Pasa luego a la mina “La Llama” de la empresa “Ortiz–Hermanos” pero en poco más de un suspiro le pusieron en la calle por haber reclamado para sus compañeros un lugar donde comer a techo antes de iniciar la tarea vespertina.

Elegido concejal del Ayuntamiento en 1913, alcanzó la Alcaldía en el transcurso de la Gran Guerra

                     “Manuel d’Eduviges” como ya es conocido popularmente, pasa a formar parte de un grupo cuyo afán es organizar a la clase trabajadora del Valle. Interesado por los problemas sociales, destacó pronto como un luchador incansable por las reivindicaciones obreras y un activo propagador de las ideas progresistas en el Valle.      

             En 1912, había sido legalizado el Sindicato Minero y los militantes del partido de Pablo Iglesias sintieron la necesidad de disponer de un local propio para poder desarrollar sus actividades. En primer lugar, era necesario encontrar un solar donde cimentar el edificio y ello se solventó gracias a la buena disposición que mostró el vecino de Villabazal. Se construiría en una parcela suya, ubicada en La Llera (El Centro actualmente), gracias a una permuta que, tiempo atrás, había hecho con un pariente por otra propiedad situada en La Rasa. El inmueble que albergaría la Casa del Pueblo de Turón, abriría sus puertas en el otoño del año siguiente. En la sesión de inauguración, “Duviges”, fue el gran animador del espectáculo programado para aquel día. Con un entusiasmo extraordinario,  realizó una labor multifuncional, tanto como presentador como coordinador del acto. Incluso, tuvo tiempo para leer unos poemas humorísticos en lengua vernácula, de cosecha propia, que causaron las delicias entre la numerosa concurrencia.

             Después de un intento fallido en 1911 consigue acta de concejal por el Ayuntamiento de Mieres dos años más tarde y cuando estalla la Guerra Europea ya está ejerciendo como teniente de Alcalde. Es, a partir de este momento, en que empieza a tener fuertes discrepancias con algunos de sus correligionarios lo que le empuja a abandonar las filas del partido Socialista. Acto seguido ingresa en el partido Reformista de Melquiades Álvarez y  con esta filiación es elegido máximo mandatario local el 1 de enero de 1916.

 Su primera iniciativa como alcalde fue recorrer a lomos de su famoso caballo «Lucero» todos los pueblos del concejo para conocer los problemas de sus vecinos.

                    Su compromiso con el municipio lo va a asumir con la máxima responsabilidad desde el momento en que toma posesión de la Alcaldía. Prueba de ello es su intención de conocer de primera mano todos los rincones del concejo. Dicho y hecho: a lomos de su famoso caballo “Lucero”, recorrerá los pueblos bajo su jurisdicción para informarse de  los problemas más acuciantes de boca del propio vecindario. Ciñéndonos a sus actuaciones en el valle de Turón, podemos apuntar que ya desde los primeros días aprobó una subvención de 200 pesetas para que se impartieran clases nocturnas en la escuela de L’Agüeria de Urbiés y, más tarde, transformó en municipales las escuelas de Villandio y El Riquixu corriendo el  Ayuntamiento con todos los gastos.                                                                                                                                                                               

         Durante las fiestas del Cristo de 1916, como un detalle festero cara a sus convecinos del Valle, dispuso que la Banda Municipal de Música se trasladara a Turón. Total: treinta músicos llenaron de alegría con sus acordes a la multitud  apiñada en el campo de la iglesia de San Martín. Hay que resaltar este hecho  porque era la primera vez que ocurría este evento en el Valle. También impulsó obras para la  restauración de las  fuentes de numerosos pueblos y, aquel mismo año, iniciaría las gestiones para establecer una oficina de Correos y Telégrafos en La Veguina. Pero, cuando todo estaba preparado para la apertura el 1 de enero de 1917, no pudo llevarse a cabo al faltar el local a causa del desacuerdo  con algunos propietarios. Ocurrió lo mismo con el intento de abrir una escuela en Peñule. Al negociar con un vecino en su despacho la permuta de una parcela, aquel le espetó:

                –Ayer non me dixo paqué quería el terreno…

              –Es para una escuela. ¿No le gusta la idea a usted que tiene tantos nietos?

              Al oír la palabra “escuela” aquel hombre se alarmó. Eso significaba que , salvo domingos  y fiestas de guardar, la reciella del contorno estaría allí junto a sus “lares” donde precisamente tenía varios árboles frutales. “Y con lo traviesos que son algunos rapazos– pensaba. Pues no hubo forma de  convencer al vecino a pesar de las acertadas palabras del Alcalde que le hablaba de cultura, de alfabetismo y de progreso, en general, para las jóvenes generaciones y para las futuras. “Non quiero guajes xunto a mió casa”, concluyó. Para él lo más importante era poner a salvo de la «plaga infantil» los nisos, los figos  y los piescos; lo demás que lo arreglara el Ayuntamiento por otro lado.

                    Todavía, durante el verano, la primera autoridad municipal, realizó otro intento de abrir una escuela en Misiego pero tampoco pudo llegar a un acuerdo con algunos vecinos (Lin de la Ceposa y Lin de Misiego). Entonces  solicitó la ayuda de la empresa Ortiz-Hermanos, pero sus dueños recordaban su pasado como trabajador rebelde en “Mina Clavelina” y le respondieron que aquella sociedad no daría ni un céntimo para la escuela ya que “nada les importaba que los mineros no supieran leer ni escribir… ¡Con tal que trabajen bien!…”. El Alcalde lo consideró  una ofensa personal y como impulsado por una catapulta planteó una estrategia inesperada. Simulando el hundimiento de una alcantarilla en la carretera de Turón, paralizó la circulación de los treinta carros empleados en el transporte del carbón de aquella mina, mientras los vagones del Norte esperaban para el cargue en la estación de Santullano. Enterados del suceso los patronos telefonearon al Consistorio mierense desde su domicilio de Sama de Langreo prometiendo que correrían con los gastos de la nueva escuela con tal que el Ayuntamiento se apresurase a dejar expedita la calzada con el objetivo de normalizar la salida del mineral.

Al producirse la huelga revolucionaria del 17, hay una acusación- no suficientemente probada- contra el Alcalde  y es obligado a presentar la dimisión

               Pronto se echó encima la época de la canícula y explotó una huelga revolucionaria en todo el país. El Alcalde fue acusado de haber desviado 1.000 pesetas de las arcas municipales para la compra de armas destinadas a los mineros que se habían sublevado contra el Gobierno y, a consecuencia de ello, a primeros de octubre, es obligado a dimitir de su cargo. A partir de entonces su estrella se eclipsa   y sufre un destierro que le lleva en un principio a Arlanzón (Burgos) y después a Navarra. En 1923 contrae matrimonio con Luisa Dorado y en junio de 1931, con motivo de la reciente proclamación de la II República, regresa al Valle después de catorce años de ausencia (ver obra del autor Turón. Crónica de medio siglo (1930-1980) págs. 216-218).

                   Transcurridos unos pocos meses de su llegada, solicita volver a formar parte de la Agrupación Socialista de Turón y, una vez que se hizo público su reingreso, el día tres de octubre “Duviges” pronunció un discurso en el Centro Obrero (Casa del Pueblo) que tituló “Historia local. Ayer y hoy”. Comenzó su alocución haciendo una semblanza del verdadero líder, del creador de la fuerza obrera en el Valle que, a juicio suyo, había sido Cándido Barbón.

            “Duviges” fue recibido con una nutrida salva de aplausos, pero él manifestó que aquella ovación la  transmitía a los liberales de Navarra “con los que tanto he trabajado estos años de atrás por la causa republicana”; también recordó la desviación de las mil pesetas de acuerdo con el Comité Revolucionario de la huelga del diecisiete… Todo ello lo había hecho por la causa de la libertad. La sesión política se desarrolló con una elevada carga de emotividad que se acrecentó al final cuando la organización comunicaba al conferenciante que se acababa de recibir, de parte del Círculo Republicano de Navarra, un telegrama de felicitación por su vuelta  a la tierra natal donde esperaban que su labor fuera tan fructífera como en la primera época.             

Manuel d´ Eduviges
           Manuel Fernández Suárez (archivo de Manuel Jesús López).

 

                     Así comenzó su nueva etapa turonesa pasando pronto a ocupar la jefatura de la Plaza de la Madera de La  Cuadriella dentro de Hulleras de Turón. Con el apoyo de su director, Rafael del Riego, puede cumplir un sueño que era el de construir para su familia una residencia en las cercanías de Villabazal  (ver obra del autor Turón. El fin de una época  página 320). La bautizó, con muy buen criterio, Villasoñada.

 

                        Pero esa etapa relativamente feliz duró poco. Eran tiempos convulsos. Primeramente, en 1934, tuvo lugar la Revolución de Octubre que causó numerosos muertos y encarcelados; además abrió heridas morales entre la población que suelen tener difícil cicatrización. Mas no todo acabó ahí. En  1936 se produjo el golpe de Estado encabezado por un grupo de generales opuestos a la República. Empero, al encontrar una fuerte resistencia entre las clases populares, derivó en una sangrienta guerra civil que se prolongó en en el territorio español durante tres años.

 

                   Como señala “Duviges” en sus memorias, “cada uno de nosotros tenía que ocupar el puesto que le asignase el grupo de mineros que asumió la dirección de las minas”. En este tramo, su misión consistió, fundamentalmente, en hacer menos amarga la situación de algunos empleados de  la Compañía que eran perseguidos.        

 

      En 1937, una vez perdida la guerra, por su condición de socialista, fue encarcelado  y condenado a muerte 

 

                   Octubre de 1937, significa la derrota de las fuerzas republicanas  en Asturias. Comienza un periodo para “Duviges” que pasa por ser el más dramático de su vida, pues le dejará marcado para siempre. Por estar en el bando de los perdedores, es hecho prisionero y un tribunal militar le condena a muerte. En Turón sus bienes son intervenidos y su casa sería ocupada por el comandante Cisneros (jefe de un destacamento del llamado «ejército nacional» que estuvo asentado en el Valle durante más de un año). Algún tiempo después, se le conmutaría aquella pena por la de cadena perpetua, siendo liberado en 1943 al amparo de la amnistía concedida por el general Franco, no porque este hombre se caracterizara por su clemencia, sino porque faltaba gente en el país para trabajar después de la terrible carnicería que supuso la guerra y sus consecuencias. Es  entonces cuando “Duviges” regresa a casa. Pero aquella alegría no tendría continuidad en el siguiente episodio: “Hulleras de Turón” había prescindido de sus servicios por su pasado socialista y por unos días vivió en la incertidumbre de no poder encontrar un trabajo para mantener a su familia. Menos mal que, por intercesión del médico de la localidad, Ramón Losa, consigue ingresar como entibador en  “La Escribana”, sita en Cabojal. Recordemos que Losa era copropietario de aquella mina en sociedad con «Fernandín el Bolero”. Allí, trabajó durante varios años hasta que, en 1953, alcanza la  Jubilación como vigilante, nada menos que ¡a los setenta años!                                                              

 

            Primero, las calamidades de la cárcel y, luego, las condiciones de trabajo a edad bastante avanzada…La verdad es que, los nuevos dirigentes del país, aunque le perdonaron la vida a Manuel d´ Eduviges, no le pusieron nada fácil  la supervivencia. Mientras estuvo en activo, apenas le dio tiempo a tener un respiro pues la dedicación laboral del trabajador en esa época ocupaba casi toda la jornada. Pero, al retirarse de la mina, vio que le quedaba mucho tiempo libre y poca gente para poder relacionarse  con ella. Ahora le parecía estar viviendo  en un país absolutamente distinto al de “tiempos normales” como se decía entonces. Pero el caso es que era cierto: los militares que ganaron la guerra cambiaron España igual que se pone un calcetín del revés. Por otra parte, las familias, que en esos años ocupaban  los puntos clave de la sociedad local, nada querían saber de él porque eran sus enemigos ideológicos. Para ellos era un «rojo» y como tal, un «apestado». Por otro lado, sus amigos y afines ya no estaban, bien porque habían muerto en la guerra, estaban en las mazmorras o habían huido al extranjero. Solo le quedaba la mujer y los hijos, amén de algunos deudos en La Caba; hablar del resto era tanto como no decir nada pues solían esquivarle, ya que temían que su amistad les causara serios problemas en una sociedad amordazada y estrechamente vigilada como era aquella.  Hay que retrotraerse a esos años para conocer la particular atmósfera axfisiante que se respiraba en Turón, reciente la salida de un cruel enfrentamiento entre hermanos. El ambiente  era totalmente tan hostil para Manuel d´Eduviges que esa fue la causa fundamental que le obligó a abandonar a su querido Turón con toda su familia, pasando en adelante a vivir en La Rioja.

 

Su turonismo militante queda probado con la frase que pronunció cierto día:»Mientras mi corazón palpite y envíe sangre a mis venas defenderé, siendo justas, las causas de este valle»

 

            En 1961, ya habían transcurrido más de veinte años de la conclusión de la guerra incivil y, si no mucho, algo había cambiado en nuestro país. La economía española se había adaptado a la europea después de esos años de aislamiento, por medio de la llamada «Ley de Estabilización». La persecución política estaba muy mitigada porque, a decir verdad, quedaba ya poca gente a quien perseguir. La generación anterior había sido aniquilada en parte o domesticada y la nueva oposición aún no daba señales de vida ( aunque, para ser exactos, no tardaría en hacerlo).

 

Duviges pregonero

 

             1961. “Duviges” pronunciando el pregón de las fiestas.

 

En lo que nada había cambiado España era en el aspecto ideológico: se seguía practicando con absoluto rigor  la política de partido único. Sin embargo, dentro de la Comisión de las fiestas del Cristo, alguien  se acordó de  él y, previo permiso del Gobernador Civil de la provincia, fue requerido para pronunciar el pregón de aquel año. Hay que admitir que no deja de ser un importante detalle de aquella persona, cuya identidad desconocemos, que tuvo tan acertada iniciativa: la de contar con un hombre que, seguramente, no armonizaba con su ideario filosófico pero que, por encima de todo, amaba a Turón.

                                  En ese tiempo,  «Duviges» estaba viviendo en Gijón con una de sus hijas. Posteriormente, aún realizaría  otras visitas al Valle. Con ocasión de una de ellas, comprobó que los vecinos del Riquixu habían perdido un manantial a causa de las labores mineras y las mujeres tenían que desplazarse dos kilómetros, tanto para lavar la ropa como para llevar el agua a sus casas. No dudó en entrevistarse con el Alcalde pero, a pesar de las buenas palabras recibidas –no sólo su tiempo ya había pasado sino que tampoco era época de reivindicaciones–todo seguiría igual. En relación con estas iniciativas siempre aparecía alguien que le hacía recomendaciones con la mejor buena fe del mundo. Pero el consejo llevaba implícito el miedo que había imbuido la Dictadura en la mente de sus súbditos, convirtiéndolos en ciudadanos dóciles. Era la idea de no reclamar nada bajo ningún concepto, si uno quería librarse de problemas mayores: “Compañero, cada uno que se las apañe como pueda que usted ya hizo bastante…”. Pero, rápidamente, a «Duviges», como un aldabonazo, le surgía su turonismo militante: “No amigo, no. A decir verdad, no me conoces lo suficiente. Mientras mi corazón palpite y envíe sangre a mis venas defenderé, siendo justas, las causas de este valle”.

 

 Manuel Fernández Suárez, el hijo de “Quico” y de “Eduviges”, el Alcalde de Mieres que nació en Villabazal, fallecería en Gijón el siete de marzo de 1969 a los 86 años de edad.   

 Manuel Jesús López González. Valle de Turón .