UN INGENIERO BENEFACTOR

El futuro mariscal completó sus  primeros estudios en el colegio de San Matías, situado en El Fontán donde actualmente se encuentra «la Plaza de la carne»

 D. Lorenzo de Solís nació en la ovetense calle del Rosal el 9 de julio de 1693, realizando sus estudios primarios y secundarios, a escasos metros de su casa, en el colegio de S.Matías, administrado por los jesuitas y el más prestigioso de la ciudad. La educación que allí le imprimieron le marcó para toda la vida pues siempre sentiría por aquellos religiosos un afecto no disimulado. En estos años de la infancia, durante el periodo estival pasará largas temporadas en Aller acompañado de parientes y amigos. Correteará alegre y despreocupado por los empinados caminos de Santibanes y aquellas gratas sensaciones grabarán en su alma recuerdos difíciles de olvidar. Pero la vida sigue  y hacia 1709 inicia sus estudios superiores en la Universidad Literaria. Este había sido uno de los anhelos de su padre, Tomás- maestro de escultoría como ya hemos visto- cuando falleció en 1702:”…dexo y nombro por tutora, factora y curadora de sus personas y bienes a la dicha Antonia Rodríguez mi muger, madre de los susodichos de quien tengo entera satisfacción para que les de educación, enseñanza  y alimentos, así de los capitales míos  y gananciales…”

Estudió Matemáticas en Santiago de Compostela y en 1726 asciende a capitán dentro del Cuerpo de Ingenieros

                                Pasado algún tiempo y coincidiendo con la llamada “Paz de Utrecht”, un suceso  extraordinario iba a truncar  la trayectoria universitaria del joven   pues un lance de honor o fuertes contradicciones amorosas, según otras versiones de la época, le obligaron a abandonar la ciudad. Este acontecimiento personal, no cabe la menor duda, alteró todos sus planes futuros. Su destino inmediato fue León donde sentó plaza de soldado. Una vez en la milicia, pronto ve en el naciente  Cuerpo de Ingenieros su verdadero porvenir. Comprueba su capacidad para dedicarse a las Ciencias y en cuanto le es posible  solicita el traslado a Galicia iniciando los estudios de Matemáticas en la academia de Santiago de Compostela. Durante este tiempo que transcurre entre  1720 y 1723 ,adquirirá  una sólida formación en aquella materia que será decisiva para su carrera: se familiarizará con la resolución de las ecuaciones algebraicas a la vez que profundiza en el estudio de los radicales  y la geometría; por último penetrará en los entresijos de la trigonometría plana que le permitirá calcular áreas y distancias con el apoyo de los logaritmos. La disciplina de la vida castrense no le impide adquirir tales conocimientos y aún le queda tiempo para especializarse en el arte de la delineación. D. Lorenzo no desaprovecha  estos años, cruciales en el periodo de aprendizaje de toda persona, complementando su saber al añadir a una formación básicamente literaria, como era la adquirida en la universidad ovetense, un acopio de conceptos técnicos propios de un ingeniero militar.

                             Por fin, compareció en Madrid ante la Real Junta de Fortificaciones y tras previo examen obtuvo el grado de subteniente de Infantería y la patente de “Delineador” que le hacía apto para  el ascenso a ingeniero extraordinario. Parece ser que durante algún tiempo trabajó como ingeniero de obra en el canal de Castilla y en la promoción de 13 de diciembre de 1726 adquiere el grado de capitán teniendo como destino inmediato Cataluña.


                                               Una vez  de regreso a la metrópoli, obtuvo un destino en Mallorca y a finales de 1738 es enviado a Ceuta como ingeniero comandante, siendo promovido, cuatro años más tarde,  a ingeniero en jefe con el empleo de teniente coronel. Su actividad es infatigable  y continúa ejecutando proyectos sin descanso como el de la cala del Tolmo, mejoras de defensa en la isla de las Palomas junto a Algeciras, plano parcial de la ciudad y Almina de la ciudad de Ceuta, diseño del plano de la torre y demás garitones y cubiertos de los puestos de la fortaleza del Hacho, obras del campo de Gibraltar y Tarifa que estaba a su cargo y otros muchos. Después de varios años en Andalucía, pasa en 1749 a la Dirección de la provincia de Guipuzcoa con la graduación de coronel                                  

                                            En 1733 asciende a ingeniero en segundo y se integra en las tropas comandadas por el conde de Montemar camino de Italia. Esta guerra, propiciada por las pretensiones territoriales de Isabel de Farnesio, sirvió de laboratorio para probar las dotes técnicas del ingeniero asturiano. Allí, en la vanguardia de los ejércitos, se esforzó en la realización de reconocimientos parciales para reparar las calzadas y algo después, en 1735, participó en la conquista de los castillos de S. Telmo,   Castelnovo y Nápoles. Fue testigo de los asedios  de Mesina y Siracusa y , a petición propia, embarcó nuevamente hacia la península italiana para integrase en el ejército de Lombardía demostrando un desvelo y aplicación que no pasó desapercibido a  los ojos de sus superiores por lo que al retirarse las tropas  al estado de Módena fue designado Maestre General para encargarse de las correcciones de mapas y planos así como la facilitación de todo tipo de datos valiosos con el fin de elaborar el más adecuado plan de batalla.


Antes de embarcar para América, que fue su  último destino, rindió visita al pueblo de sus antepasados  paternos en la parroquia allerana de Murias

                                  Finalizando el verano de 1752 hizo la última visita a Asturias. Después de saludar a  la familia de su sobrino  Martín García Solís que vivía en la casa de la calle del Rosal, se desplazó  a Murias de Aller en espera de su nuevo destino. Y quiso volver a estos lugares para empaparse hasta el alma del verde inmenso de sus praderías, para evocar sus recuerdos de infancia: la memoria del valle del rio Negro que llevaría consigo a  tierras lejanas. Don Lorenzo venía a despedirse para siempre-lo sabía muy bien-de la tierra de sus antepasados.                                

                                                El recibimiento que se hizo al Coronel Ingeniero fue apoteósico. Una aureola de leyenda envolvía, ya por entonces, su figura de hombre curtido en mil batallas, que había alcanzado altas cimas en los Ejércitos de S.M. contribuyendo con sus conocimientos técnicos a la salvaguarda de las posesiones de la Corona en no pocos puntos del vasto dominio español. Cohetes, salvas y aplausos. Allí estaban para recibirle, el Juez del concejo por el estado noble, los regidores, los Fernández de la Torre, y los integrantes del clero local, junto con los Solises que eran sus raíces. En realidad, era el pueblo en pleno representado por los Trapiello, los Moro, los Robezo, y los Fernández Cantarines, amén de otros vecinos llegados de lugares limítrofes  que aguantaron los discursos de rigor ante un sol de justicia.

Veracruz: final de trayecto

                                                        Durante el tiempo que permaneció en Murias,los más renombrados apellidos del concejo como los Lobo y los Castañones de Nembra, los Llera de Bello y los Ordóñez del Pino desfilaron por el pueblo, honrándole con su visita y agradeciéndole sus esforzados servicios en beneficio de España. Pero el 25 de noviembre recibió del Marques de la Ensenada la noticia de su ascenso a Ingeniero Director con el grado de brigadier  y destino en Cartagena de Indias (virreinato de Nueva Granada). Partió de Cádiz el 12 de junio de 1753  y 40 días más tarde, es decir, el 22 de julio,  arribó  a la capital americana sustituyendo al coronel Mac-Evan, que había tenido desavenencias con el gobernador de la plaza D. Ignacio Sala, pues cada uno  tenía sus propias ideas para la fortificación de Bocachica, que era la obra más urgente ordenada desde la Corte. Nada mas llegar a la ciudad diseñó un “Proyecto  General” con el fin de fortificar todos los puntos débiles de aquel emplazamiento que era vital para salvaguardar los intereses económicos que tenía España en toda la zona circundante y que era punto de mira de las ambiciones de la marina inglesa. Baste decir que, pocos años antes, el almirante Vernón había bombardeado Cartagena y destruido la ciudad de Portobelo, situada ésta en el actual estado de Panamá. En el mencionado proyecto se dotaba la plaza de cuarteles y almacenes de pólvora, pertrechados todos ellos a prueba de bomba. La observación detenida de estos planos son testimonios sobrados para constatar sus conocimientos técnicos, reconocidos por la Corona, pues en octubre  de 1757 fue nombrado ingeniero Director de las fortificaciones  de la ciudad y puerto de Veracruz que pertenecía al virreinato de Nueva España.                    
                         El 2 de febrero de 1758, llegó a aquella ciudad, fijando su residencia en el fuerte de S. Juan de Ulúa, islote situado frente al puerto y que servía de defensa de aquella plaza. Desde su estudio ,auténtico nido de águilas, con fuerte olor a salitre, volvió a encontrarse con los instrumentos de trabajo, después de varios meses de inactividad y, otra vez, el compás  y el   tiralíneas, gobernados con mano maestra surcaron nuevas trayectorias sobre el papel, unieron puntos y alcanzaron coordenadas que previamente habían sido medidas de la realidad. Pronto realizó algunos proyectos como un “Cuartel de Infantería para seis compañías ”junto al arrecife de La Caleta o el “Presidio de Nuestra Señora del Carmen en la isla de Tris en Laguna de Términos”. Pero ahora, su labor fue obstaculizada sucesivamente por los virreyes  marqués de Cruillas y Cagigal, quienes le paralizaron algunas obras. Todo ello tenía relación con el desmantelamiento por parte de Solís de alguna corruptela que estuvo a punto de consumarse cuando en 1759 se contrató la limpieza y dragado del puerto de Veracruz y en la que podrían estar involucrados algunos de sus superiores. Esta firme posición del militar asturiano prueba su integridad moral y su lealtad inquebrantable al servicio de la Corona. 
Solis
El mariscal Solís (según lienzo de Reyter).
                                   

                              Electo mariscal de campo en la promoción de julio de 1761, D. Lorenzo de Solís falleció el 16 de noviembre del mismo año  después de unas semanas de enfermedad, probablemente a causa del tifus que  asoló el virreinato durante ese año y el siguiente. En su testamento, otorgado en 1759, dejaba 20.000 escudos de vellón que iban destinados a la librería de los jesuitas del colegio  de S. Matías  de Oviedo  y  una segunda manda de 12.000 escudos se dirigía a la construcción de una “Escuela de primeras letras y Latinidad” en la feligresía de Murias de Aller (conocida después popularmente como Colegiata de Murias).  Aller  y Oviedo siempre estuvieron en el corazón de D. Lorenzo. Hay en él una simbiosis de ambos territorios que le acompañará toda la vida, como queda patente en sus últimas voluntades donde se ven reflejadas  sus preferencias geográficas. 
                              D. Lorenzo de Solís forma, junto con el mariscal Lucuce y el marqués de Santa Cruz (D. Álvaro de Navia-Osorio) la terna militar  más brillante de la Ilustración asturiana y, a pesar de haber hecho tanto por la cultura era un perfecto desconocido hasta hace poco. Creo, modestamente, que con mi estudio se recuperó en parte su memoria, durante estos últimos tiempos, al menos en el concejo de Aller. 


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                           La investigación continuaba con los retrasos inevitables y debo de confesar que durante años estuve obsesionado, esa es la palabra exacta, no solo con Murias, sino también con la Colegiata y el mariscal Solís. Recuerdo una de tantas veces que mi mujer me acompañó al pueblo, cuando me ayudó a tomar medidas del solar de la Colegiata para luego levantar un dibujo sobre la misma. Primero hice el boceto a lápiz y luego pasé a tinta china, sillar a sillar y teja a teja de la cubierta. Aquella miniatura me ocupó  una parte importante del período de vacaciones, si pensamos que la mitad del día la ocupada con mis clases particulares de Matemáticas. Pero todo lo hacía con un enorme entusiasmo.

(Sigue el relato en «En pos de la segunda parte«