EL TENOR DE SAN FRANCISCO

                  

                                                                          Podemos afirmar que la figura de la que hoy nos vamos a ocupar nació cantando y aunque parezca una fantasía, esta frase nos sirve para definir su afición por este arte como algo innato, pues siendo poco más que un niño ya formó con algunos amigos del barrio un ochote a dos voces que «sonaba» muy bien y estaba dirigido por Guillermo «el chato». 

                                                                          Genaro Quevedo nació en el poblado minero de San Francisco y su infancia se desarrolló en plena postguerra. Estamos hablando de tiempos de excepción: escasez de suministros, enfermedades y muerte. El reducido tiempo de ocio que le permitían aquellos años oscuros, los dedicaba al canto, tanto en casa, como con los amigos o en la propia calle. Es su verdadera válvula de escape. En 1944 coincidiendo con las Bodas de Plata del colegio La Salle se celebró una gran fiesta alrededor de la misa cantada al mediodía (segunda pontifical de Perosi). La formación musical estaba integrada por el Coro de Hulleras de Turón que dirigía Aurelio Pardo y por algunos de los alumnos mas cualificados para participar en el evento. Entre los primeros se encontraban importantes coristas que procedían del Orfeón turonés de anteguerra como Cotti, Dalmacio, Floro del Visu y Enrique Burguet, y entre los segundos, como no, estaba Genaro con tan solo 12 años. Algún tiempo después, una vez concluidos los estudios primarios, ingresa en la mina «Fortuna» de Antonio Aza siendo destinado a los planos inclinados donde tenía que sufrir las inclemencias climatológicas (lluvia, frío, nieve) durante buena parte de la temporada. Una prueba demasiado cruel para un joven que venía de cumplir los 16 años.

Apasionado de la música, fue uno de los fundadores del Coro Minero de Turón

                                 Después, una alegría dentro de la severidad y el sacrificio con los que transcurría su existencia: el ochote del que formaba parte es requerido por la dirección del colegio «La Salle» para cantar un triduo durante las fiestas patronales en compañía de otros orfeonistas previamente seleccionados. Se da la circunstancia de que aquel mismo año llegaba a Turón el Hermano Ginés, un religioso de gran formación musical al que»Paco el médico», pronto animó para que formara un coro dada la gran afición existente en el Valle. Así se creó el «Coro La Salle» que debutó el día de La Pilarica de 1950 siendo Genaro, que actuaba como tenor primero, uno de sus fundadores, según se puede ver en mi libro «Memoria gráfica del Turón industrial (1880-1980)» página 221, publicado en 1997. 

 

                                                       Al     año siguiente, siendo un muchacho de dieciocho años entra en la nómina de «La Empresa» dentro de la sección de «Vía Estrecha» comenzando así su vida laboral que se prolongaría en Turón poco más de diez años como veremos más adelante.

Formando parte del «Trío San Francisco» , en 1958, ganó el concurso radiofónico «Rumbo a la Gloria»

                                                             En el mes de mayo de 1953, la agrupación turonesa que ahora estaba bajo el mecenazgo de Educación y Descanso de Hulleras de Turón, es invitada a participar en la I Feria Internacional del Campo, celebrada en Madrid obteniendo el máximo galardón. Y cuando es presentada se anuncia por los altavoces que está constituida por hombres de la mina por lo que en adelante sólo se conocerá como «Coro Minero de Turón». Dos años después Genaro actúa con este conjunto ante la televisión británica con motivo de una visita a Llangollen sonando con fuerza las notas de «La Mariolina» y «Ecos de la quintana» que los cantores mineros interpretaron con especial maestría. 

                                                Algunos años más tarde, con la llamada «Ley de Estabilización Económica», los precios suben de forma desorbitada y se producen ajustes salariales y despidos en «La Compañía». Por ese tiempo, en la barbería de Venido, situada junto a la ferretería de Cuadros en Vistalegre, Genaro solía reunirse con Sito (véase «Turón. Crónica de medio siglo (1930-1980)» páginas 208-210). Mientras esperaban su turno canturreaban melodías clásicas en las que

Trío S. francisco
Genaro (2) en compañía de Sito (1) y  Baquero (3) formando parte del «Trío San Francisco»

intervenía el propio peluquero, hasta tal punto que fraguaron la idea de crear un terceto con acompañamiento de guitarra. Proyecto que cristalizó pronto pero Sito se acordó de Manolito Baquero que tenía un manejo prodigioso de aquel instrumento y Venido se quedó fuera. Nació de esta manera el «Trío San Francisco» (Ver o. c. páginas 79-81) ganador del concurso radiofónico «Rumbo a la Gloria» en 1960. Pero Genaro seguía integrado en el Coro Minero que en ese mismo año obtuvo el segundo premio en el Certamen Internacional de Habaneras celebrado en Torrevieja que le sirvió para realizar una gira por varias capitales de provincia empezando por Madrid donde actuó ante las cámaras de la televisión estatal. En cuanto a la situación económica del país, ésta no experimentaba mejoría alguna y comienza un importante flujo migratorio hacia Europa como se decía entonces. Esta es la decisión que tomó también Genaro que como rampero en el pozo «Santa Bárbara» apenas superaba las dos mil pesetas mensuales, por lo que en 1964 da el salto a Bélgica con toda su familia. Los primeros tiempos fuera de la patria no fueron fáciles. Con frecuencia se acordaba de su valle, de aquellos montes de Cutiellos y La Braña a los que tantas veces había ascendido en su niñez. No habían transcurrido aún dos años desde la llegada a aquel país cuando un día, Argentino y «Chuso Piloto», dos antiguos compañeros suyos en el Coro Minero, le comunican en un bar de Bruselas que, precisamente, el conjunto turonés iba a actuar en Amberes dentro de una «tournée» que realizaba por Alemania. No dudaron un instante: había que ir a escucharlos. Cuando llegaron al palacio de los Deportes y se encuentran con sus compañeros los abrazos entre ellos son de órdago. Al final de la actuación oficial por deseo expreso del director Luis Rodríguez, en el vestíbulo del polideportivo, en exclusiva para los tres inesperados espectadores, el Coro les dedica dos canciones, que evocaban vivencias de la «tierrina» y aquellos acaban arrodillándose y llorando como niños. Un doble sentimiento les embargaba en unos momentos cargados de emoción: el haber formado parte años atrás de un conjunto que ahora les homenajeaba y, por añadidura, el encontrarse con aquellos compatriotas en un país extranjero. En Bélgica se vivía mejor que España pero, como suele decirse, allí tampoco «ataban los perros con longaniza» y si Genaro alargó la estancia en el país fue para que su hijo mayor concluyera sus estudios de ingeniería informática.

  Genaro  fue el  artífice del resurgimiento del Coro Minero después de su desaparición y un defensor a ultranza del C.D.Turón al que  representó como directivo durante la presidencia de Marcelino»UNO»

                                                           Entonces fue el instante del regreso a casa. Era el año 1975 y se encontró con una triste noticia: el Coro Minero se había desintegrado. Esto era algo que le mortificaba. Sentía como si le hubieran producido una herida en sus entrañas, pues lo consideraba como algo que formaba parte sustancial de su vida. Había que resucitar aquella emblemática agrupación, aunque la empresa resultaba harto difícil, pues algunos de los antiguos coristas, o habían fallecido o vivían fuera del Valle e, incluso, habían emigrado al extranjero. No obstante, expone su idea a Agustín de la Lama y un día van a casa de Severino Minas, que era otro de los fundadores, proponiéndole el sugerente proyecto que acepta de inmediato. Comienzan a difundir la noticia en las tertulias locales y al cabo de un año logran reunir once voces que ahora tienen como objetivo inmediato la búsqueda de un director que resulta ser Germán Prieto (o.c. páginas 205-206). Por fin, hay Coro Minero de nuevo y su puesta en escena coincide con el pregón de las fiestas del Cristo de 1978. La intervención de Genaro había sido providencial: fundador en 1950 y ahora eficaz gestor para su resurgimiento. Doble mérito el de este importante tenor del barrio San Francisco. Otra de sus pasiones era el Club Deportivo Turón del que ya había sido directivo durante la presidencia de Marcelino «UNO» entre 1959 y 1963. Por lo que al regresar al Valle vuelve a involucrarse en la actividad de esta institución balompédica ejerciendo como Delegado del equipo un buen número de años que coinciden con los mandatos de «Pichi» Lorenzo y de «Pepe l’etrecista», y recorriendo toda la cornisa cantábrica cuando el Deportivo, militando en la 3ª División Nacional, se enfrentaba a equipos de Galicia, Santander y País Vasco. Podría pensarse que solo eran salidas y representaciones en esta nueva ocupación, pero cuando hubo que dar el do de pecho no tuvo ningún reparo y después de 1977 al cambiar el césped de «La Bárzana» (ver obra del autor «Turón. El fin de una época» páginas 110-111) trabajó junto al presidente a brazo partido en la construcción de la tribuna sur.

                                                         La dilatada dedicación a la tierra natal debía tener un reconocimiento público y este se produjo el 14 de setiembre de 1983 en el transcurso del III Festival Coral recibiendo de manos del presidente de «Mejoras del Valle», una placa «en recuerdo de su meritoria labor como componente del Coro Minero durante más de cinco lustros» (todavía continuaría muchos años más).

                                                          El conocimiento de la trayectoria de personas como Genaro por su contribución impagable a la comunidad, debería de ser una especie de asignatura obligatoria para todos, pues así acertaríamos a comprender por qué instituciones tradicionales y representativas del Valle aún siguen vigentes en la actualidad. Genaro Quevedo es, sin duda, un claro ejemplo de lo que debe de ser un turonista, norte y espejo en el que deben de mirarse todos aquellos que se precien de ser hijos de esta tierra.   

   

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